Opinión

UN GRILLO EN MI VIDA

Quizás haya llegado el momento de reivindicarlo. Un Pepito Grillo en la vida, en esta civilización de naciones, regiones, aldeas e individuos que cada uno de su padre y de su madre pero todos amantes de la caza y pesca, coloquialmente hablando, al buscar afanosamente cargo, pasta y prebenda para sí, to pa mí y los demás que aguanten su vela. Eso sí, con excepciones maravillosas y ejemplares, de dimisión a seguir siendo jefe máximo o papa de iglesia en un loable reconocimiento humano de desbordamiento de fuerzas, tal vez por haber tragado demasiados sapos, debilidades y flaquezas de muchos hermanos de sacerdocio, cuando no propio diablo alrededor.


Pero aún así, y cuando ni dios dimite a nuestro alrededor, al noble y bello gesto de renuncia de Benedicto XVI le sale inmediatamente un primer grano desde dentro con el cardenal australiano que saltó desde su púlpito a criticar su gestión precisamente el mismo día que dejó de ser su jefe; a lo que llamaba antes debilidad y flaqueza debería ahora llamarle cobardía e impertinencia, como menos. Que si ha debilitado a la Iglesia, que si ha roto la sagrada tradición, que si desestabilizó, que si fue un mal guía de ella; el caso es proteger al sistema y no reconocer lo mejor que hizo en contra de lo peor de él, cual reconocer sus históricos pecados y pedir perdón con humildad por ellos, al tiempo que atacar sin desmayo al pederasta por muy cardenal que fuere. Pero esto para el australiano no es algo de su Dios, al parecer, sino tradición-tradición-tradición, aunque siga aumentando el vacío en sus iglesias. Desde luego yo espero que éste no sea precisamente el relevo de Benedicto XVI, sino llegue un nuevo Pepito Grillo que reparta collejas a quienes están a lo que sólo les da provecho a ellos.


Pero da igual que sea iglesia, partidos políticos tradicionales con sus Bárcenas o peleas de idearios distintos según la región que habiten (un socialista no es igual en Gerona que Sevilla), no importa incluso que sean ámbitos más recogidos y de menor alcance como Real Academia Galega, el caso es que existe un pensamiento fijo en el imaginario humano de que al instalarse uno en el piso de arriba del sistema ya puede mear desde ahí hacia abajo, al tiempo de decir siempre que 'chove'. Esto coló mucho tiempo, pero de tanta meada riada sobre las cabezas el pelo se destiñó, y así un día que nos mirarnos más detenidamente en el espejo comprendimos que no era rica lluvia la que caía sino pura meada, además poco clara y amarilla, por tanto la más intoxicada. Consiguientemente, con este sentir repugnante hacia los que están arriba, que pueden estar lanzándose cuchillos entre ellos pero al mismo tiempo siempre enrocándose juntos frente a los demás y la corrupción que los delata, en un estilo interiorizado por mor del tiempo con naturalidad, solo cabe desear la irrupción de nuevas realidades políticas como la italiana, donde un veinticinco por ciento no es que quiera dejar de ser clavo en la vida, pues a lo mejor es propia condición natural, sino al menos pretender que dejen de golpearle tantos martillos 'malos'.


Un Pepito Beppito Grillo en nuestro sistema vendría cojonudo para darle una vuelta a esta corruptela auspiciada desde un sistema electoral viciado y arcaico, donde los más capacitados y mejores ciudadanos brillan por su ausencia, destiñéndonos así el pelo. Siguiendo al ya desaparecido e indignado Stéphane Hessel en que 'es necesario hacer una nueva democracia', yo al menos de momento me conformo con meter un grillo en ella, sea Pepito o Beppito.

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