Opinión

HABLEMOS DE PARAGUAS

Lo tenía olvidado pero las últimas lluvias lo trajeron al primer plano. Y me ocurrió algo con uno que me hizo reír en plena calle a mí solo, sin compañía, y 'de tal manera' que seguro no me justificara la cordura ante la vista de cualquiera que me observara, al tiempo que me hizo reflexionar sobre la vida misma. Parece mentira, pero es así, de lo más concreto a lo abstracto, de lo ínfimo hasta lo universal, un pequeño detalle desatando por efecto mariposa una guerra de galaxias a la búsqueda de Dios. ¡Exagerado, que soy un exageraoooo!; es verdad, no es para tanto. Pero al caso. La cosa fue que al ir andando con un paraguas de corte tradicional, o sea, con puño (pues hoy día también usamos de esos paraguas pequeños de usar, tirar o meter en el bolso según escampe o caiga agua del cielo), en un apoyo de tantos que se hacen al caminar usando el paraguas como bastón, de repente, estalló el mango como un hueso con fractura transversal, cayéndose al suelo.


La fractura por estrés era imposible porque ya insinué que no había habido lluvias anteriores, por lo tanto no se había apoyado tanto que lo pudiera haber desgastado, y fractura por golpe cual patada de futbolista en la tibia o peroné que pudiera haber provocado este cacho roto que cayó al suelo, tampoco, ni siquiera había habido un golpe mínimo, por lo que esta falta de motivo aparente me llevó a la conclusión de que simplemente el material no era bueno, no tenía madera ni para durar un poco sino más bien vida de pura apariencia. Y ahí sí, ahí me enganchó el razonamiento con la reflexión pertinente a que me condujo este hecho concreto; que actualmente vivimos de la pura apariencia sin siquiera darnos cuenta, pues impera una cultura kleenex sin ninguna vocación de permanencia. Quizás porque en el negocio de la vida la moda sea princesa y así lo exije la finalidad de mover dinero y mercancía. Pero, por extensión, también pasa a los principios éticos e ideas políticas.


Por supuesto, el paraguas del accidente era vistoso y aparentemente bueno, aunque su realidad a la vista está, para que continúe se hace necesario usar pegamento y medio, o entero, porque no creo que alcance la solución con medias tintas o mitades de palabrería.


Paraguas de golf, de puestos senegaleses al lado de cualquier Corte Inglés, paraguas publicitarios que no deberían ser solo gratis para quien los usa sino además conllevar un canon a cargo de quien los regala porque implica llevar un anuncio andante 'por la cara', o en este caso mejor dicho por el mango, y en clara actividad económica sumergida por hacer competencia desleal a los hombres anuncio que se ganan así la vida. ¡Explotadores, les diría el sindicalista! Claro está que no hay que desmerecer la potencia cultural marquista, quiero decir el efecto de las marcas, que si no saltan a la vista de todos, el que las compra y luce no se siente suficientemente grande, distinguido, sobre todo en un ambiente en que resulte desconocido. Porque verdaderamente ahí radica su diferencia muchas veces, en hacer sentir al maniquí de turno un afortunado ciudadano por poder lucir la firma que el común no puede. Así no me extraña el fenómeno hecho falsificador. Gente que quiere comprar la firma por encima de su propio gusto y que no se corta en adquirirla mediante artículo falso y a sabiendas, pero que da el pego (pego Pego; perdonen este tic adquirido). Artículos falsos para personas que se dejan comer la pinza por falsa oportunidad de igualarse con otra falsa crême de la crême.


En fin, todo muy bonito cuando este paraguas regalado por empresa o comercio de turno se abre y extiende su gran capota de color y dibujo, e incluso negra de siempre, con distintas firmas cuyo sinónimo es gratuito. Así, cuando se cierra, a veces lo apoyamos tan orgullosamente cual si fuera puntero de profesor de escuela, y pasa lo que pasa, que no hay tu tía, la madera está hueca o el plástico es todo cien chino, y o se tuerce, rompe o rasga como una vela ante mínima fuerza del viento. O rompe el mango como lo he roto yo en días pasados.


Menos mal que parece que ha llegado el verano y le daremos descanso al paraguas. Eso sí, espera en la playa la sombrilla, o paraguas de sol, que tampoco es como las de entonces, pesada y amplia pero firme y contundente, sino ligera de material 'nosequé' tratado especialmente para los malos rayos que nos parten de ozono. Paraguas de sol para clavar en la arena y sin mango que romper, también de distintos colores de moda y con nombre publicitario que sirve de localizador, pero que también sufre del mismo principio de la apariencia y por ello a la mínima brisa, ¡cuidado!, que vuela. No obstante, será un placer abrir muy próximamente la sombrilla de playa en lugar del paraguas, que ya está bien.

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