Opinión

Hecho polvo

Hay días que uno se levanta hecho polvo y no porque haya muerto y haya viento, sino porque lastran las pocas horas dormidas tras el trabajo puntual de muchas horas seguidas. Es la vida del currante, días grises a pesar de ser claros de casi estío. Pues bien, debido al polvo que hay que sacudirse para caminar limpio, hoy me animé a pasear por el Ourense matinal que tanto me fascina, sobre todo por el encuentro de gente conocida. 

Mi ‘roteiro sin Blanco-amores ni rumbo preconcebido comenzó dejando al margen ‘la pajarera’ (escultura central y tótem de ‘uno’ de los dos caminos antagónicos de los que habla el filósofo, y que no el de la verdad precisamente), para llegar al cruce pórtico del Paseo, donde una persona se engancha a mi paso: al hombre no lo recuerdo demasiado pero nos conocemos y eso hace que nos acompañemos mutuamente unos pasos, los suficientes para que me resuma su vida de subsidio y la tramitación, ya, con sesenta y un años, de pensión de la seguridad social; con la teima que yo tengo por la falta de latido poblacional activo en Ourense no es que comenzara demasiado bien mi paseo plumero para el polvo.

Continúo y me paro con buen amigo arquitecto; hablamos; ¿de qué?; ¿y si les digo que es un urbanita defensor del casco histórico se lo imaginan?: del disgusto que tiene desde hace días por el entierro de un café Real para dar relevo generacional a un real café, con cambio estético y chunda-chunda que hasta las piedras del lugar –de forma poética, dicen- se estre- mecen; que si ruido va, si vulgar decoración viene, si ambiente dife- rente, que si... yo que sé, pues aún no lo he visto, pero visto lo visto por el amigo del que me fío en gustos, prefiero ya ni verlo.

Unos pasos enfrente me paro con Nacho Martínez, cantautor callejero del Courel que además de sus composiciones también canta a Sabina (al escucharlo pienso que ¡sí es posible que guste en ocasiones más la copia que el original!) y charlamos sobre un negocio entrambos que ha sufrido contratiempo; dicho lo dicho, él sigue cantando a pie de Banco de España, curioso emplazamiento para bohemia
y ‘todo lo contrario’, y yo hacia la calle Villar camino de Desperfectos al que no llego porque giro hacia el Centro de Interpretación de As Burgas, un jardín para paseantes solitarios de Rouseau si nos atenemos a que ni una persona está disfrutándolo; más abajo la piscina termal baña a siete personas que promedian setenta para arriba (sigue mi teima de Ourense-ciudad geriátrica ya, por supuesto en este primer cuarto de siglo). 

Nuevamente hacia la calle Villar y me paro con Javier Dominguez, puro contraste con mi anterior interlocutor, con traje de moda, su moda, quien me pregunta por qué no monto mi chollo en el casco histórico; simplemente porque ya vengo, y le cuento que en su día llegué hasta medir un local para trasladarme pero en la oficina del Peri me obligaban en dos alturas a hacer aseos en ambas, y en ambas de minusválidos; ¡coño!, si a setenta metros arriba y sesenta y cinco abajo (dimensiones del local proyectado) le quitan arriba y abajo los metros para la exigencia, pues nada, nada arriba y todo abajo, se viene abajo, o sea, adiós muy buenas y pongan ustedes el negocio. Llego a la Plaza Mayor, con su palco de fiestas (pronto lo harán mayor que la propia plaza) y sus autoridades (una pastora nos visitaba) y sus terrazas con corta-vientos horripilantes (aquí el Peri ni pío) y Luis el presidente de los comerciantes del centro que me invita a un café en nuevo local para mí, sin ‘segundas’ respecto a que me viera necesitado de planta medicinal como el tamarindo; charlamos un poco de comercio y mucho más del perverso método de la subven- ción para seguir sorteando el talento abocado así a un futuro ciego.

Caminando llego a la casa de una amiga octogenaria que sigue esperando sentada alguna ayuda asistencial del Concello porque no puede levantarse con su pierna quebrada, ya de por sí de muy escasa movilidad; la veo y pienso en la ACB, por asociación de ideas de lo que se vende bien y lo que no a esconderse en casa –más de mil ancianos solitarios nos sacan la lengua tras la puerta-. Pero de ACB ya hablaremos otro día. Vuelvo a casa sin echar el polvo fuera.

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