Opinión

LÁGRIMAS

No esperaba escribir hoy sobre ninguna cuestión sentimental propia pero realmente no está de más ni nada mal en ocasiones desnudarse un poco para sentir el agua y el sol directamente sobre la piel, sin vestiduras, falsas modestias ni complejos, o intuir la crítica o mofa sobre uno mismo de otros que jamás escribirán para sí mismos ni siquiera mentalmente; no está nada mal porque reconocerse como insignificante es una gran bendición, que diría Walser, y te deja como recién salido de una ducha después de llevar encima demasiado polvo del camino.


Sucedió, pues, que después de la presumible y aparente fortaleza con que uno acomete ciertos proyectos, se enfrenta a desgracias personales o lleva a cabo ideas que suponen tensiones de fuerzas contrapuestas, incluso contradictorias, después de mantener el gesto duro en el rostro que ciertamente crees que corresponde al propósito de una empresa, aunque nunca al ideal de belleza que marca la raya de un listón para no caerse, una noche reciente acabé frente a mí mismo absorto en el espejo de la televisión, llorando con una historia de reality cual vulgar choromicas. La verdad es que esa sensibilidad que todos llevamos dentro y que solo a veces dejamos emerger a flor de piel se desató en mi sin buscarlo con la historia del joven empleado de una empresa americana cuya bondad iba a verse recompensada al fin. Y al fin un final feliz. Cómo para no alegrarse. El chico negro de la historia había decidido buscarse la vida fuera de casa sin la bendición de su padre, y había pasado verdadero calvario desde tiempos de sin techo hasta llegar ahora a ser respetado en su modesto puesto en la empresa que quería reconocerlo públicamente. La historia de duro enfrentamiento entre padre e hijo lastraba de pena al chico, pues el padre no aceptó nunca que éste hubiera elegido un camino que pensaba lo conducía a la pobreza y por ello se había distanciado hasta no verse en años. Pero este chico no era como el personaje peluquero Jüneman de uno de los Sueños del anteriormente citado Robert Walser, verdadero mentecato y cabeza de chorlito por menospreciar la existencia modesta que le tocó en suerte, sino, por el contrario, un eficaz y trabajador empleado conserje de empresa que en su tarea se acompañaba de sincera sonrisa y mejor disposición. Ante esta actitud y conocedor de la espina clavada en el corazón de este chico, su jefe preparó con un programa de reality televisión la gran sorpresa del reencuentro entre padres e hijo al tiempo que un ascenso y jornada completa donde antes solo era parcial. Todo ello aderezado de buena música, baile, sonrisas y lágrimas de actores intervinientes, logró el abrazo sentido y el sentimiento desatado por el protagonista que de por sí, su soma y bonhomía, contagiaba amor y llanto de alegría.


De pronto, sin la razón o mente de por medio, advertí mis lágrimas cayendo sobre mi pecho y gusto de mojarme con ellas, gusto que no tiene nada que ver con ese otro tipo de placer más carnal sino de sentimental o espiritual, pues la historia que ves pasar también pasa a ser tuya sin tener que parecerse las vidas de ninguno. Sentir que uno siendo único no es exclusivo, y que puedes sentir con alguien desconocido lo que ni te imaginas debido a una empatía superior, te conecta con algo muy fuerte o principio por encima de ti mismo aunque lo ignores. Sentimiento puro.


Realmente casi da vergüenza pensar que viertes lágrimas desde la vista de un programa de televisión, porque estamos en un mundo donde se reconoce solo la fortaleza, o lo que se hace pasar por ella, pero nunca la debilidad que aparentemente significa una lágrima desde el principio de los tiempos. Miras la pantalla y te emocionas como si fueras un niño, o simple sensiblero, porque al otro lado parece que alguien también se emociona, y dudas en un principio por mor de lo anterior si debes reprimirlas. ¡Al carajo!; estas lágrimas son espontáneas, improvisadas de empatía y saben a sal para un soso cuerpo humano que las libera. A lo mejor, no se trata de que nos de vergüenza verter lágrimas naturales que confiesan sentimiento puro sino confesar públicamente que tu sentimiento las lleva puestas y no eres la piedra sobre la que edificar ninguna iglesia ni importante empresa.


Cualquiera que sea la causa, a mi hoy me apetece significar este puntual particular momento sensiblero, quizás para contradecir a este otro momento general de economías tensionadas, peleas humanas y posturas de fuerza, donde los gritos y amenazas, peleas y enfrentamientos son el pan de cada día. Y me apetece reseñar que nunca debe dar vergüenza escribir una emoción, por muy simple que sea si es auténtica, sino vergüenza nos debería dar no querer emocionarnos por culpa de un 'papel' que se arroga el mentecato y cabeza de chorlito que decía Walser.

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