Opinión

Medio orfidal

Estamos a la cabeza de Europa en consumo de fármacos orientados a la homónima, o sea, a la testa. Nos lo dice el dato publicado por Santa Estadística y por tanto (la ciencia es la ciencia) hay que creerlo. Tal vez con él nos echemos las manos a la misma chola para sujetarla de tan perdida que anda, pero la verdad es que hemos hecho méritos más que suficientes para tener que meternos ‘algo’ para el cuerpo a fin de aguantar mejor los días, y sobre todo las noches en que ese ‘en vela’ nos quema como si fuéramos cabezas de cerilla a punto de estallar. Si buscamos explicación al dato estadístico, que se refiere a la colectividad de nuestro país, debemos pensar en causas diversas, pero para concretar alguna pongamos el hecho de tener que soportar a un Poder (en sus múltiples formas) de una mediocridad insultante y una forma egoísta de hacer donde lo que cuenta es perpetuarse en su machito, su, su, su, suyo, solo suyo. Sin duda, la causa generalizada y auspiciada por el conjunto de responsables gobernantes que nos hicieron creer con señales de embriagante humo que España estaba en el cénit del mundo del bienestar al tiempo que mantenían una actividad bajo cuerda que escondían con este humo trilero, trae como consecuencia un brusco despertar a la cruda realidad que conlleva ciertamente la necesidad de poner paracaídas que suavicen el aterrizaje, y ahí ya nos encontramos con específicos fármacos anti-realidad depresiva, o antidepresivos, de los que nos valemos los débiles. Desde luego el menda ya no va a ninguna parte sin su orfidal, o primo genérico lorazepan, porque en dosis de media pastilla lo necesitan mis párpados para cerrar el día a las buenas noches.

De aquellos polvos estos lodos, o de aquella forma de vender bienestar con estúpido buenismo vienen ciertas consecuencias que solo se sobrellevan con farmacopea, si no es para volverse loco. Por poner un ejemplo, veamos el hiper proteccionismo del Padre Estado para con los niños, donde un azote en el culo por parte de padre y madre –biológicos- en su responsabilidad familiar educadora era considerado delito; pues bien, aquellos niños han crecido frágilmente dentro de una mampara de ‘mírame pero no me toques’ y ahora se encuentran con un ‘papá estadito’ que no garantiza ningún desarrollo, por lo que a la mínima crisis ¡pastillita que te crió!, la misma que toca a los padres que sufren ahora sus resultados, y volvamos a la estadística, pues hemos leído también en estos días la noticia de que el incremento de abusos por parte de menores sobre los padres se ha disparado. No cabe hablar de simple anécdota sino de consecuencia de una nefasta política del menor. Tanta garantía legal, unida a cierta ‘melachufa’ de mucho educador y/o profesor cabreado con el sistema, nos tiene al relevo generacional medio parado o parado entero, no solo laboral sino de pensamiento.

Pero no solo de un tema o causa vive tanto consumo psicofármaco del momento. El aumento del veinte por ciento en los últimos diez años de consumo de ansiolíticos en España tiene que venir dado también por, entre otras cosas, ver a tanto golfo con éxito profesional o reconocimiento personal (sobre todo político, sindical y económico) utilizando tal éxito para estafar al conjunto de la sociedad, bien metiéndonos silicosis de decepción hasta las entrañas, bien cortándonos líneas de esperanza en el ser humano, como antes cortaban líneas de coca para destruir la voluntad, con el mero plástico mental de las tarjetas Visa. Tragar y tragar cada día con tanto ejemplar corrupto y fraudulento impide que la salud mental no precise ayuda externa para mantenerse pacífica, por mucho deporte y altruismo que se practique. Por eso, ¡una de orfidal!, que quiero dormir sin monstruos.

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