Opinión

MERCADO LABORAL

Ahora los jóvenes van a costar menos al que los emplee. La cuota de seguridad social, para otros, aunque esté por las nubes y los 'otros' sufran por atenderla. Aquí no hay justiprecio, y así mal se remienda el gran agujero. ¿No sería mejor que se cosiera la misma tela, cual si fuera codera o rodillera?; máxime si hoy están de moda los pespuntes, las costuras a la vista. ¿Por qué no se pueden zurcir también reformas sobre el sistema laboral que logren, tal vez menos pan para hoy pero pan para todos, en lugar de pan para este año y hambre para el resto? Porque digo yo si no podría ser mejor que el porcentaje a pagar en concepto de cuota de seguridad social para todos fuera menor y el mismo, que no por unos nada y por otros, sin embargo, soga al cuello.


La lógica política al parecer es la lógica menos lógica de todas, pues está condicionada por discursos urgentes, cortoplacistas y demagógicos; por mantener el poder a toda costa. Y ahora que hemos derrochado equivocaciones sobre varias generaciones de jóvenes nos tiramos de los pelos porque la respuesta de esos planes y medidas educativas han traído consigo paro y más paro para ellos. La falta de cultura del esfuerzo o sacrificio en el estudio, el igual da una nota que otra o ninguna, asola el campo laboral en cerca del cuarenta por ciento de paro para menores de treinta años. En consecuencia, el poder reacciona procurando la exención de una contribución pública para este segmento juvenil, cual si fuera la solución al problema; pues tal vez lo que cree sea injusta competencia y desleal a aquél que lucha para mantenerse con una plantilla de personas mayores de esa edad mágica, porque indudablemente reducirá la moral de éste que se sentirá comparativamente penalizado. Será arreglar un problema causando otro. Y de mismo suelo para todos, rien de rien.


También hay ganas de atacar ¡por fin! el mercado negro. Y a por él, porque ya está bien de que paguen siempre los más honrados contribuyentes, los concienciados ciudadanos de que solo puede haber porvenir halagüeño si contribuimos todos, si cooperando, aunque es cierto que resulta difícil aguantar el tirón del ejemplo insolidario de la clase política dirigente que amasa diferencias a su favor con el resto de la gente. Al ataque, pues. Sobre todo, como se propone el Gobierno, contra aquellos que ganan subsidio y les va de cine no currelar en blanco. Por supuesto, si está subsidiado, subsídiese lo suficiente para afrontar la primera necesidad; es lo que ya apuntamos años ha sobre el salario de la dignidad humana; pero dejen también, al mismo tiempo, que otros que prefieren ganar más, aunque solo sea un poco más, con el sudor de su frente en lugar de con la del prójimo, tengan su propio espacio para crecer y crecer más.


Mas si está bien que persigan todo tráfico negro de trabajo, estaría aún mucho mejor que se esmeren sobre todo en la vigilancia al nuevo pensionista de oro que ha motivado 'la vergüenza financiera', para que con cincuenta y cinco hermosos años plenos de experiencia no se le ocurra otra cosa al nuevo pensionista de lujo para entretenerse en su nueva vida ociosa que trabajar de extraperlo para empresarios o negocios a los que les viene al pelo contar con su asesoramiento, a precio negro. A éstos, y tengo un porrón de amigos que se cuentan entre este tipo de nuevos pensionistas al que llaman prejubilados, ni agua de la del resto, o agua para colaborar con muchas Organizaciones No Gubernamentales que precisan de mano de obra altruista. Lo demás me parece una inmoralidad en tiempos donde el que no tiene pensión, subsidio o razón para tirarse a la bartola, debe encontrar sitio en nuestra sociedad.


Desde hace tiempo, mi sentido común, a la vista de lo que acontece por falta de escrúpulos morales en general, me dice que deberíamos implantar un carnet laboral que informe al contratante o comprador de cualquier bien o servicio, de cuál es el trabajo legal de su interlocutor, cuál su formación o competencia, cuál su compromiso cooperador con la sociedad. Carnet que exija, además, incompatibilidad para el trabajador público con un trabajo privado, donde la competitividad no se arguya para que los listos (fíjense cuán listos fueron muchos creativos de la burbuja inmobiliaria, o de la crisis financiera) se forren más y más, y a los pobres se les considere tontos. Que el funcionario se dedique a cumplir en su trabajo pensando en el mismo casi cómo piensa cualquier autónomo fuera de horarios para fichar. Por ahí deberíamos tirar para conciliar tantas cosas que hacen hoy de la fiesta laboral una ruina de fiesta. Estoy tolo.

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