Opinión

Ora

Sin duda, muchas iniciativas públicas están auspiciadas con mentalidad billete por mucho que las disfracen de beneficio social, y desde una relación política empresarial que parece estar bien unida hasta que la muerte o juzgado los separe (muchos servicios públicos que se han subcontratado desde las distintas Administraciones han dejado ya titulares de abondo de su desviación hacia los bajos fondos, como para no desconfiar). 
Hoy vamos a hablar de una de esas pérfidas ideas estrella como la nacida en una supuesta necesidad de dejar estacionamientos libres donde aparcar fácilmente para mejorar el tráfico de la ciudad.

En mala hora ciertos politiquillos que solo saben sacarle pasta al ciudadano se abandonaron en brazos de algunos listos empresarios (‘listillos sui generis’ cuyo objetivo empresarial es ‘pilla el dinero y corre’, o crecer hasta un lugar infinito que ellos llaman éxito y otros ponemos en ‘entredicho’ al creer en una existencia con límites para lo sucedáneo) que vislumbraron mucha chicha de negocio al cobrar por aparcar en vía pública, al menos mientras la ciencia no invente la reducción de la materia a tamaño bolsillo, o nos movamos con saltos cuánticos. Me importa un bledo si fueron antes los huevos políticos o la gallina empresarial, o tal vez mejor dicho si fueron antes los huevos de ciertos empresarios o los políticos gallina, pero pintar la mona en un espacio remarcado para poder cobrar me parece un atraco impositivo que pisa al ciudadano hasta el mismo suelo por el que ya paga impuesto de circulación.

Por supuesto, una medida de este tipo había que camelarla con el engaño de su finalidad, liberar espacios para aparcar, limitando el tiempo de estacionamiento a dos horas; pero ¿hay alguien que cambia su coche de sitio cuando finaliza este período de tiempo?, seguro que casi nadie, en general se renueva ticket o tasa correspondiente, porque lo que verdaderamente importa es pagar, o cobrar según se mire. La argucia esconde un cobarde negocio mixto a base de cobrarle al ciudadano un impuesto más, por si no tuviera bastante. La solución es clara, buscar alternativas con zonas de aparcamientos públicos suficientes a las entradas de la ciudad y a precio módico que no de gamberros concesionario-concesionantes, para así liberar espacio peatones o para terrazas (otro día hablaremos de esta actual anarquía ramera). Suprimir la ORA estaría bien, aunque aquí el problema es que la Administración de turno se ha acostumbrado al pertinente ingreso, o, lo que es peor, se ha acostumbrado a malgastar impertinentemente. ¿Cómo se las arreglaban los mismos entes antes de la llegada de esta maquinaria recaudatoria? Es la ORA un invento pérfido que si algún día tuvo buena intención la perdió con el tiempo o tiñó demoníacamente, tal como indican ciertas operaciones judiciales que desvelan grúas y puertas giratorias de cohecho, connivencia, tráfico de influencias.


Ora pro nobis Concello,  y ORA para ellos fuera de nuestras calles. Fuera, porque además de la filosofía en sí, no arriendo cívica ganancia con la práctica de su vigilancia si le toca por ejemplo un recaudador nº1 (me imagino que el jersey amarillo de este pelotón de vigilantes lo logra aquel con mayor nivel para ajustar propuestas de sanción), porque, entonces, además de burro apaleado, al darle en una discusión la espalda a la víctima o, aún peor, a la verdad. Pero del caso particular que me ha motivado a pensar hoy en esta concesión pública, al faltar renglones aquí mejor dar cuenta allí, en nuestra casa del pueblo a ver si intuyen por dónde vienen los peligros para la mejor vecindad y por si algún político se anima a proponer la idea de ser pioneros en algo urbanístico: la retirada de este feo negocio en nuestra ciudad. Amén

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