Opinión

PATALEO

No queda otra ante el abuso de ciertas formas de negocio que patalear. Por ejemplo, frente al abuso de las compañías telefónicas, que da igual que igual-dad entre ellas, la una que la otra. Ellas, con sus ofertas y publicidad a mazo para convencerte de que cambies a una u otra, con paradójica afrenta del trato peor para el cliente fijo y fiel que hace que resulte verdadera feria poco seria del marketing y de los servicios o productos más paradigmáticos del nuevo progreso, te captan y hacen cambiar de Compañía aunque no quieras.


Así suele ocurrir que, en base a la nueva oferta y con el añadido habitual de que donde estás también te rejonean de mala manera, se pase uno a otra operadora oasis que ofrece un poco de agua para sedienta economía con pertinente abaratamiento de cuota y también sombra que cobija mediante teléfono último modelo que no da de comer todavía sólo porque aún no se pusieron a ello, porque todo lo demás lo hace, o al menos lo parece, y es que el aparato que sale cada día a la comba del mercado hace tanto que otro tanto tiene que hacer uno con primer cursillo si quiere saber con exactitud las posibilidades que tiene.


Bueno, pues el caso es que después de haberse enganchado uno a nueva Compañía por el gran 'aparato' que le han regalado, tal regalo puede no resultar tan bueno como creía, por culpa de su mal funcionamiento (¿harán peor partida de aparatos para estas ofertas?), y a los pocos días tenga que llevarlo al taller oficial, 'el de ellos', para que se lo arreglen bajo garantía. De pronto las múltiples tareas y funciones ofrecidas que antes le habían abierto la boca de admiración le dejan ahora colgado sin poder hacer siquiera la primera, esa por la que usted hizo contrato con la operadora, esa que es simple y pura llamada de teléfono. Por supuesto, ni una disculpa, ni explicación, ni un teléfono de sustitución como respuesta de la Operadora sino una leve interpretación del currito que sabe poco más que usted, simplemente porque está a lo que está mientras no inventen una máquina que los aparque también: así le dice 'pudo ser una remesa en mal estado', como si de una lechuga estuviéramos hablando. Mientras tanto la Empresa le factura de acuerdo a la cuota pactada en base a las funciones que debía hacer el aparato averiado. Pero si no hay dos sin tres, tampoco hay una sin cuatro en mi caso, porque hasta cuatro veces ha vuelto al taller el mismo aparato, con duración promedio de estancia fuera de mis manos de quince días; ni una insinuación de enviarme uno nuevo, sino vuelva, y vuelva, y vuelva hasta la siguiente. Entonces, y ante tal tomadura de pelo, voz y dato, uno pide la cuenta para irse antes de la 'permanencia' que pactó y hete ahí la sorpresa, que cobran como si el que fallara fuera yo, el cliente. O sea que sin aparato, con facturación sin servicio y con una cuenta a mayores por no querer recibir más maltrato, ¡hay que fastidiarse!


El problema está en la discusión y reclamación por mi derecho, pues donde uno pone pasión, emoción, razón y sentimiento, amén de tiempo de su existencia, el otro, la Operadora de turno, opone contestador, máquina, o agentes que nunca son el mismo sino siempre distintos y sin capacidad de atender más allá de lo que dictan su norma, evasión y victoria. Y contra la máquina no hay razón ni nada que hacer, rendición: ni puede usted seducirla, ni atemorizarla, ni convencerla de que no tiene derecho a tal comportamiento, sólo cabe coger el aparato y patalear encima de él, esperando no volver a caer en su red. ¡Ah!, ¿y el gobierno?; ¡...ja, ja, ja!

Te puede interesar