Opinión

Percepciones

El desamor de Amelia


‘Amelita se acurrucó en la quebradura de su pecho. Y ella sonrió acariciando tierna sus pliegues oscuros de negro azabache. Y al instante supo que sus besos ya no eran los suyos, ni tampoco las palabras, ni las caricias demoradas después de mil sonrisas y alguna confidencia. Pero siempre le quedaría, qué bien olía, el aroma de su piel a jardín de cien magnolios, a cedro desnudo, a lavanda y palosanto. No importa le dijo, hasta donde pueda, yo te querré por las dos. Y una lágrima amarga espejo de luna, se descolgó de su adentro con blandura’.


Tan breve pero tan bello, este cuento de muy pocas líneas que han leído arriba tómenlo como un regalo. Ay, el amor. Se encuentra publicado en el libro ‘Nubes de papel’, recopilatorio del I Certamen nacional de relatos ultra cortos de Ex Libris del año 2006, y su autor es un ourensano, desconocido para muchos como buen relator que es Carlos García-Manzano.


De Ourense a Berlín


Ayer, lunes, 9 de noviembre, treinta y veinte años desde una fecha para celebrar. En Ourense y Berlín. Por la constitución de la Asociación de Empresarios del Polígono y por la caída del muro más famoso, el muro de Berlín. Dos conmemoraciones distantes, en el tiempo, la distancia y, ciertamente, importancia, pero, al fin, dos conmemoraciones en misma fecha. Y es que ayer la Asociación de Empresarios del Polígono de San Cibrán comenzó sus actos de conmemoración del treinta aniversario de su constitución con un cóctel de presentación en el Edificio de culto oficial de la cultura ourensana, Simeón, donde se exponen un conjunto de obras de arte recopiladas por las empresas asentadas en el polígono. Yo no sé si Manuel R. de la Fuente, presidente de la asociación, habrá caído en la cuenta de la coincidencia de fecha, imaginando cierto paralelismo de muros, que, en el caso de San Cibrán, fue derribado muro de pensamiento individualista que no formado de ninguna materia física.


También el muro físico de Berlín va más allá del simple tirar una pared kilométrica de cemento y piedra, pues lo que cayó con el muro fueron dos mundos antagónicos y enemigos, de ahí que se celebrase ayer de una forma mundial y, por tanto, también en Ourense. Aunque sea a través de los ourensanos que andan por Berlín desde hace tiempo; por ejemplo, ahí estarán Raquel Rivera y David Hernández, si es que ella volvió de Asia, por donde andaba en días pasados; y las dos amigas hosteleras, Alejandra Soto y Paloma Guede, que ya llevan casi un año, y que no parece, por mis noticias, que tengan demasiada prisa por volver. Y es que Berlín no sé que les da a los jóvenes, que parten para allá como si fuera el París de otra época. Bueno, lo que es lo intuimos algunos que hemos pisado Alexanderplatz, como recientemente Luisa o Rubén Saa vedra, o que se puede leer en la ya mítica novela de Döblin; una carga existencial extrema donde el pensamiento y la historia se introduce en vena simplemente a través del aire que se respira; y, como no enamorarse de una ciudad que, a decir de habitante de ella desde hace cinco años, Antón Lamazares, tiene ritmo aldeano, vida de barrio en todas las esquinas; sí, pero al lado de una oferta cultural como ninguna otra ciudad, donde puedes cenar en un piso casi vacío, donde el mayor mueble es la inquietud de la gente, con alguien que toca en la Sinfónica de Berlín sin darse ninguna importancia mas allá que si tocara en la banda de mi pueblo. Dos muros que celebramos hayan caído, aunque mientras tanto otros se levantan cada día en la incomprendida muchas veces labor empresarial de los pequeños y en la política mundial; muros de Palestina o USA en frontera mexicana, muros de crisis económica y de valores, sobre todo, de honestidad, bien entendida competitividad y medidas ambiciones; casi na.


Vespasiano


Fue un emperador romano, que el día 17 de este mes cumpliría dos mil años, nada más y nada menos. Pues bien, por la misma Roma, que él gobernó inmediatamente después de Nerón, celebran el Bimilenario de este nacimiento (hoy va de cumpleaños la cosa), con unas jornadas internacionales que lo recuerdan. Y en ellas está ella, profesora Bravo Bosch que, por primera vez, se enfrenta en conferencia pública a la lengua italiana. Parlará bene, estoy seguro, pero, por encima de este dato, el otro, más resaltable y del que como amigo y convecino me congratulo, el que significa que una ourensana haya sido invitada a participar en tan importantes jornadas para hablar de L’integrazione degli Hispani nella comunità romana. ¡Tú sí que vales, nena!, que le dirá Baltar, ni Arturo ni Jose Luis sino Javier.



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