Opinión

Percepciones

Escritor pedante Asistes a un acto literario y te encoges, porque allí encuentras gentes versadas, leídas, incluso algunas tan leídas, que han leído lo que no está escrito. Y lo demuestran. Porque es importante leer para contar que se lee. Que se lee más que suficiente. Suficiente para ser docto en todas las materias de la vida, profesor del hecho existencial. Pero ¿cómo, si no se envarase el escritor, puede distinguirse del resto del personal, vulgo simple que no escribe, o si escribe no publica? Imprescindible leer para ser leído, pero más imprescindible todavía leer para parecer ser superior, casi ente divino (por creador), de categoría intelectual al cubo. Que puede ser, pero siempre y cuando haya cabeza que albergue la letra escrita sin incendios ni goteras de desbordante vanidad o simple necedad. Yo, por si las moscas, o, mejor dicho, por si el cuspe de la vanidosa oratoria salta desde el estrado a las primeras filas, me suelo sentar hacia el final de la sala ante cualquier imponente conferenciante de esta clase. Además, también es verdad, porque siempre me ha acongojado ocupar una silla cerca del escenario. No sé, será tal vez por el recuerdo de cuando niño ocupaba uno de los primeros pupitres cerca del encerado de un aula de Maristas, cuya proximidad alentaba al profesor (sobre todo si era miope) a llamarme para dar lección, justamente no aprendida por mor de los sueños que invadieron el tiempo de estudio la víspera. Por tanto, me ha quedado el trauma y consiguientemente me quedo atrás. Y veo toda la sala y a tantos sabios de la palabra que me empequeñezco por mi falta de sabiduría y elocuencia. El escritor protagonista sube, abre su voz a los oídos del público, y recita su letanía de frases, párrafos y juicios que hacen ulular su ego por todo el espacio. Mis tímpanos se resienten. El profesional de la escritura no está hecho para esto, pienso. Es la soledad su principal valor, y él, tan sabio que parece, todavía no se ha enterado de donde viene su musa, dónde vive, cuál es su lugar. El silencio. Dentro de las páginas de sus libros se puede ver.


Motivación


El foro La Región nos trajo al Principal un original espectáculo, que combina bien la diversión con el conocimiento. El caso es que, jugando, los conceptos penetran en la mente adulta con la misma facilidad de si fuéramos niños. ¡Ay, si con los chiquillos se hiciera lo mismo, estimado Jesús Vázquez! Y es que hay cosas de Perogrullo respecto al conocimiento, y que mantenemos a raya de la creencia de que si las seguimos se vuelven contra nosotros, porque la ignorancia es muy atrevida y según para qué cosas muy conveniente, pues, a veces, se busca al menos preparado para dar figuradas collejas a los de abajo en la correa del trabajo. Pero han venido dos personas a darle la vuelta a esto y hacer teatro con las cosas más serias, dirigidas fundamentalmente a la empresa, y durante un rato redescubrimos lo que habíamos tapado. Lo hacen tan bien que por eso asesoran a grandes empresas para la motivación de sus cuadros humanos. Lo malo que puede pasar es que sólo sirva mientras se reza, y que cuando pase este tiempo de oración volvamos a caer en el mismo pecado de empresa.


En el Road Show de Motivación y Confianza que dieron José María Gasalla y Leila Navarro en una sesión algo así como si fuera una terapia de grupo, se podían ver a algunos ejecutivos como Amadeo Rodríguez, o al comarcal de su misma Caixanova Ramón, entre muchos otros, soltando el cuerpo en el baile al final de la clase cual si fueran Fred Astaire, de tanta autoconfianza inoculada por el psicoterapueta organizacional; también vimos a Ovidio y Rubín, muy atentos a los consejos que chocaban un tanto con la reserva de las butacas, pues si hubo palabra clave en el nuevo método fue la de humildad para los jefes, ¿lo cogen? Y hubo también otro dato original respecto al tan manido control de calidad de las empresas; porque a uno, que ha leído algo sobre la excelencia empresarial por tocarle ser miembro de un Foro titulado con ese apellido y ser testigo -como todos- de ver cómo ha fracasado tanto gurú examinador de empresas líderes y paradigmas de sus teorías que cayeron estrepitosamente entre la corruptela y el engaño universal (Arthur Andersen, Enrom ), le choca que sigan actualmente los mismos controles que fracasaron antes; pues bien, de acuerdo a lo que gritó la pareja del show, fuera controles que sólo rebajan la motivación y gestionan mal la confianza. Esperemos que Alfonso Cortés, Emilio Rial y más presentes en la sala del Principal recojan el guante y sigan repitiendo la consigna dada.


Por cierto, Leila hizo hincapié en la importancia de repetirse aplausos grabados o frases que por repetidas nos hacen creer que somos lo que dicen. Curioso que coincida en el fenómeno con Benedicto XVI, pues el Papa ya ha escrito que la fe se puede aumentar con los rezos. Al final, nada es, pues, tan original como creemos.



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