Opinión

Percepciones

Hoy les enseño fotografía donde el niño puede salir sin ningún problema ni permiso de los padres porque, no se alarmen, no es que haya dejado de estar prohibido vulnerar la intimidad de los infantes, que no, sino simplemente porque el niño ya no es ningún niño, como fácilmente puede deducirse por las pintas de los adultos que lo acompañan, pintas propias de un tiempo pasado donde las barbas de la juventud, barbas rebeldes, barbas sin recortar, barbas de avanzado siglo XX, eran casi denominador común. ‘Y pasarán más de mil años, muchos más…’ que diría Luis Miguel, que estas pintas escribirán siempre esa misma fecha, mismos años previos al cambio de régimen pasado.

Ya en régimen actual, hace unos días tan solo, me encontré a Luis Misa, que vive en A Coruña, con Alfonso ‘el Duende’ y Rita, y me enseñó la fotografía, donde hay dos Alfonsos, uno el filósofo del Museo Arqueológico y el otro pintor y diseñador, Miki el poeta combativo ya sea en tiempos CNT o sea tiempos de lucha contra la ubicación de la actual depuradora de Reza, Miguel Carballo también pintor que tuvo bar y sala de exposiciones en Tamallancos y padre de la criatura, y el propio Misa.

La vi, me resultó curiosa, y la pedí para recrear al nostálgico que vive en mí, porque yo también llevé barbas algún día …, y no sé si volverlas a llevar mañana también.


Aparcamientos

¿Quién dijo que no podían ponerse puertas al campo? El que lo diga, que lea lo que yo ayer en el periódico sobre el cierre del aparcamiento ‘campestre’ del que disfrutaban empleados del CHUO (que fue CHOU, antes Residencia y mañana Dios dirá, que en esto de los nombres nunca es definitivo y para siempre). Pues bien, no sé si ya está este campo-aparcamiento con la puerta cerrada, o con bajada de bandera definitiva por imperativo legal del Ayuntamiento. Hala, más negocio para el aparcamiento que explota una concesión con precios de lujo.

Y hablando de aparcamiento, voy a referirme ahora al espacio reservado para minusválidos en el mismo CHUO. Porque viví un caso que se me antoja un tanto kafkiano por envuelto con papel absurdo y complicado de normas que constriñen el pensamiento propio y la inteligencia de las personas. Ahí, como en muchos otros lugares, existen plazas de aparcamiento reservadas para las personas que tienen dificultad para valerse por sí mismas, cosa que está muy bien, pues se trata de facilitarles algo la vida a la que le quita ya mucho su limitada movilidad física. Lo aplaudimos y compartimos, aunque, a veces, lo sabemos, abuse alguno, ya que sin necesitarlo verdaderamente se basa en generoso informe médico de amigo para alargar el tiempo para el privilegio. Pero eso depende ya de cada uno, su conciencia y concepto cívico. Bueno, pues a lo que iba es que cuando uno traslada a minusválido a consulta en el Hospital y trata de aparcar en el sitio reservado a las personas con esa falta de capacidad física, ante la imagen de la señora octogenaria en silla de rueda da por descontado que la falta de un cartón burocrático que identifique cuando no hay vigilante no es motivo suficiente para no tener mismo derecho la señora que no conduce que el señor que sí lo hace y tiene tal cartón o tarjeta plastificada. Entendería que si no hubiera vigilancia expresa en el aparcamiento, que se dudase de unos y otros que no pusieran tarjeta y aparcasen en el lugar reservado porque podía tratarse de simples caraduras, pero habiendo vigilante ¿quién mejor que la persona para darse cuenta de la justa administración del derecho? Pues no, como no hay tarjeta, nada de nada, no hay razón que valga ni discusión, ¡usted no puede!, y como argumento superior del que vigila es que si viene algún conductor que posea el dichoso cartón tarjeta y se encuentra sin plaza, al observar al otro que la ocupa sin tenerla, pues que le monta un dios. O sea, que a sí mismo el que vigila se considera simple señal u ordenador que solo informa y niega.


Llamada de nueva Operadora

Ring, ring. Descuelgo el teléfono. Buenas, queremos contrastar sus datos; bien, (como si no quisiera la cosa), pues su coste mensual es el de ‘tal’. ¿Cóooooomo?, pero si ‘tal’ no lo contraté; mi tarifa firmada es ‘tal’ menos ‘cual’. No, no, usted contrató… (Lo interrumpo) Oiga, los voy a denunciar por sinvergüenzas y estafadores. Bueno, espere, espere un momento que compruebe la promoción que me indica; (al rato) bueno, sí, sí se la podemos respetar.

Cuelgo. Por supuesto, la conversación fue más larga pero no merece la pena que me regodee en ella porque me sale la mala leche de nuevo y no quiero.

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