Opinión

¿Podemos con la incoherencia?

Cerca de la deshonestidad también la incoherencia brota como un mal comportamiento social; ambas palabras llevan una hache intercalada cual sillas ad hoc donde sentarse cómodamente cualquier crisis, moral o social, pues no es que sean, ninguna de las dos, virtudes propicias para el mejor entendimiento del ser humano y de grupo. Si la deshonestidad más que silla resulta inmensa cama desde donde seduce la maldita amante corrupción, la incoherencia más bien tiene que ver con la simple fealdad de la falsificación de ideas y su pertinente confusión al interlocutor. La incoherencia no está provocada necesariamente de un deseo consciente por hacer lo contrario que el decir, o por puro capricho, sino más bien es producto de un mecanismo imperceptible en nuestro copiar y nadar en la corriente del entorno en que nos movemos, y que un día nos dice blanco y al siguiente negro; este nuestro mecanismo nos lleva a
la repetición maquinal de opiniones mayoritarias y rumores, con una triste consecuencia: ‘manipulabilidad’ y/o falta de coherencia. Cierta es la frase famosa de Kant: ‘¡Ten valor para servirte de tu propio entendimiento!’, o la de Goethe: ‘No te dejes robar tu sentido propia original, pues es fácil creer lo que cree la masa’, pero una cosa es creer en el propio entendimiento y otra oponerse al influjo del entorno que te esquina a veces hasta convertirte en autista social y no en héroe moral.


Toda esta digresión sobre la incoherencia me vale para señalar un proceso que he venido siguiendo con todo interés en torno a la Marea Común de Ourense, por ciertas formulaciones positivas a mi modo de ver que se han visto torcidas por cierta incoherencia con la disconformidad del resultado. Porque si se convoca a la ciudadanía, - eso sí, de un entorno que está hasta las narices de los históricos que nos gobiernan, incluyendo a formaciones políticas ya constituidas que tal vez no debían haber sido invitadas pero lo fueron, caso de Compromiso por Galicia o ANOVA-, a participar en una marea común que trata de comenzar su actuación política ejemplarizando en la forma de elegir a sus representantes con votaciones abiertas, no se puede anular después el resultado porque el ganador haya sido el representante de uno de esos partidos conformados previamente y llamados en presente.


O se deja o no se deja la participación de los mismos, pero si se deja no se anula el resultado con la excusa de un posible ‘carretaxe’ de votos que haya podido manejar ningún ‘Compromiso’, porque, además, aquí, seguro, carreta el que puede, incluso carretan a censados fuera del ayuntamiento de interés, e incluso en el sumun de la incoherencia se carreta hasta el voto del alcalde de A Peroxa que en un delirio democrático reconoce con toda naturalidad su participación en un proceso de suyo adversario (es de tal tono surrealista que ya quisiera Buñuel en sus buenos tiempos contar con situaciones como esta).


Lamentablemente la experiencia ourensana como tal está fallida, al apartarse del proceso de la Marea algunos participantes, sean los miembros de Compromiso por Galicia sean otros de Podemos ¿o no podemos con la incoherencia?, sean un común Ourense, pero sin duda debe aprenderse de ella en aras a un interés de iniciar nueva vía política mucho más interesante que la actual partitocracia. A lo mejor, lo que ha fallado, simple o complejamente, hayan sido los guías o personas dominantes del grupo constituido inicialmente, pues, como bien sabe el insigne profesor experto en comportamiento grupal Jens Krause, basta la decisión de unos pocos para determinar la orientación de los otros; el paralelismo de esta experiencia con un experimento del científico clava aquí su resultado: ¡un 5 por ciento basta para dirigir el grupo sin que los demás sean conscientes de ello!

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