Opinión

PREFERENTES

La cosa de estos productos financieros que se han comercializado por parte de la banca es de truco, y bastante truco que tiene la cosa. Cuando nos tocó a algunos padecer otro truco similar por parte de aglunas prestidigitadoras empresas filatélicas recuerdo a gente de la banca vacilarme de que, claro, queríamos duros a cuatro pesetas. Y no, la cosa iba simplemente de confiar en el sistema, pues no daban realmente un interés tan superior a la media (a lo mejor un punto de diferencia), pura mentira urdida desde la falta de compasión de quien no cayó en esa trampa, cuando no de aquellos que se sintieron más grandes por la caída de competencia. La misma compasión que mostramos ahora por cantidad de gente estafada con las preferentes, deberíamos haberla sentido hacia los que les pilló esa otra moto, también personas ahorradoras y más o menos de clases medias bajas pues a las altas estas rentabilidades les vienen bajas, cuatrocientas mil familias afectadas. No, no es que dieran un interés tan enorme sino más bien un interés suficiente para animar al agente vendedor a hacer más fácil su trabajo, pues al final es este profesional quien coloca siempre la mayor parte del negocio; gente normal, de confianza, familiar o amigo de quien te fías absolutamente, quien, al mismo tiempo, no duda de las razones y supervisiones públicas que le vende su correa de transmisión que resulta normal red comercial. Y eso fue, entonces, lo que ahora es con las preferentes, con la singularidad de que la banca es la banca, con su gran poder de persuasión al ser centro administrador del pago de nuestros impuestos, cargos cotidianos y demás contactos con el bien superior de la pasta, para, a través de sus directores, interventores y comerciales ? en lugar de agentes- colocar al cliente cualquier producto que ni ellos mismos sospechaban que los llevase hasta el pecado; además, ante cualquier sospecha sobre ningún producto está siempre la capacidad de convencimiento del jefe-felpudo que exige compromiso con la empresa y practica técnicas psicológicas de autoestima en el trabajo, comparándote con el resto que se moja mientras tú estás seco. O sea, que el truco se completa con el principio de fidelidad a muerte del trabajador con la Compañía, donde ética e ignorancia hacen manitas para seguir en la brecha, aunque mala brecha.


Dicho lo anterior, asistimos esta semana a un capítulo más de este gran problema de las preferentes. Pero antes de meternos en la protesta del Parlamento digamos que el hecho de que desde la Administración del Estado haya habido luz verde para comercializar un producto bancario que va contra cualquier tratado de buena praxis, y donde el beneficio lo es solo para una parte que lo vende sin información resultando estafa para el resto, es algo que nos pone los pelos de punta y los escrotos de embrión. Porque es grave, demasiado grave, comprobar que estamos en manos de una banda, donde la legalidad forma parte de la munición con la que nos atracan. Ni Banco de España, Comisión Nacional de Valores, ni ningún otro órgano de control han ejercido en este caso su misión de velar porque el poder financiero no se convierta en poder bucanero, al que para reducir sus falcutradas a muchos jefes los retiraron con honores y medallas, cual resultan las indemnizaciones millonarias que se han llevado puestas en su amplia caradura. Por cierto, ¿hasta cuando no veremos a algún ayuntamiento de Galicia, por ejemplo, llevar a pleno la propuesta de considerarlas personas non gratas?; al menos, mientras no devuelvan la pasta que han trincado, y a fin de que no puedan optar con el tiempo a figurar o estar en ninguna actividad que deba contar con beneplácito social para desarrollarse; de lo contrario, debido a nuestra flaqueza de memoria y después de un prudente silencio volverán las oscuras golondrinas a colgar sus nuevos nidos de negocio para continuar su ciclo vital de trayectoria infame. Pero también entre los órganos de vigilancia propia para que al paisano común no se la meta el paisano listo que camina bajo palio financiero, debería haber estado atento el Instituto Galego de Consumo, que ni sintió ni padeció y por cuya responsabilidad pasaron los tres partidos de gobierno gallego en los últimos años. Y aquí está lo que me incomoda especialmente, por perverso, de lo que ha pasado esta semana: que un partido político concreto, con pasadas responsabilidades de gobierno y que por tanto no tuteló como es debido al que hoy está con la soga preferente al cuello, haya invitado a algunos afectados al Parlamento para meter bronca contra su competidor me parece una falta de respeto a la propia condición humana del damnificado, de ese sufridor que siente en su cuello la soga de la desesperación por no saber si le devolverán los medios que necesita para vivir y que tanto echa en falta. Cuando está en juego 'tanto' que atañe a estas personas, querer aprovecharse de sus emociones y sentimientos a flor de piel en favor de un espurio interés político resulta deleznable.

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