Opinión

A punto de estallido

El mundo a punto de estallido! Sin duda así está el mundo a la vista de todos los conflictos que no nos dejan en paz. ¡Haya paz y no guerra!, pero no, porque guerra por aquí, guerra por allá, sea Ucrania, Siria, franja de Gaza, Iraq, o cualquier otro lugar, qué más da. Y hablamos de guerras que no genocidios como el que pertrecha este nuevo y terrible Estado Islámico que a todo dios cristiano le cortan la cabeza a su paso por no convertirse a Alá con un ¡hala!, a otra cosa, o a enterrarlos vivos. En Nigeria, donde habita uno de los más desalmados terroristas del mundo ‘elcazaniñas’, Liberia, donde hasta hace poco era escenario de los actos violentos más tenebrosos tal como nos lo relata Martín Caparrós en Una luna, y otros países africanos la vida ahora está escribiendo nuevo renglón torcido por un mal de ébola que pone contra las cuerdas el sistema de salud de Naciones Unidas por el movimiento global del momento con fronteras difíciles de sellar. Más vale prevenir que curar, pero para prevenir hace falta pasta y para ello optar políticamente por fabricar vacunas antes que armas. Optar, como por ejemplo elegir a cualquier misionero Pajares a recibir homenaje o premio humanitario de nuestra sociedad, sea otro o sea el del recién concedido por causa humanitaria desde un acto Banderas al amigo Slim el supermillonario, cuyo mérito debe estar en la faltriquera tan llena que con parte de ella sería suficiente para dotar de investigación suficiente la vacuna que hubiera evitado la muerte del héroe misionero; y ahí, ahí ya entre uno y otro no sería tan fácil encontrar tanta diferencia.

Si a todo esto, y en clave de país nuestro de cada día, se añade el pésimo ánimo inoculado por otro virus, el de corrupción generalizada (¡coño, que no hay un caso ni tres!, por mucho que nos cuenten en contrario los que viven -precisamente- del cuento), junto al dato-losa de una deuda pública que no para de crecer y que ya ha llegado al billón de euros ¡manda carallo!, es como para echarse a temblar, o echarse a la carretera en busca de otro lugar donde la cosa no esté ardiendo como en casa, o sea, a emigrar sea dicho.

Y aquí llegamos los campeones de la realidad migratoria en contra, donde somos líderes o ‘Veinte por día’, que son las personas que salen de Ourense para cualquier parte del mundo a ganarse la vida que aquí les falta. Ojalá estuviera equivocando el número y me tuviera que meter la i latina donde pudiera, pero la realidad es tan inhiesta como la propia letra en cuestión, así que veinte no se dobla por la i, y consecuentemente ‘vente’ deberá esperar mejor momento, al menos hasta que baje al diecinueve. Ojalá pudiera decirle a quien yo me sé, de lo más querido que puedo tener, ‘vente’ para Ourense; vuelve, porque aquí hay futuro para ti, al igual que para tantos como tú. Ojalá pudiera pero no puedo a fuerza de no ser tan irresponsable como los listillos de siempre que deciden la política de este no vivir en nuestra provincia; sí, esos mismos irresponsables políticos que cocinaron antes la crisis en su cuota parte de simples pinches y lo siguen haciendo ahora como si tuvieran siempre premio y con ellos no fuera aquella historia o no hubieran cortado ningún bacalao. Los números de Ourense son patéticos y deprimentes, con este dato de falta de trabajo en la pica del tenedor que nos llevamos cada día a la boca y nos hace padecer una mala digestión; ¡ah!, pero nuestros líderes políticos cual si fueran responsables capaces y competentes, con su ourensanía y folclore a seguir dirigiendo la provincia con salarios que han crecido (véase el dato de los diputados provinciales, empezando por su presidente, que ganan hoy más que hace dos años) en una lógica inversamente proporcional al deterioro socio laboral del resto y de la propia crisis. Menuda cara hay que tener para ello, o, tal vez, tener la sartén por el mango.

Pero como un clavo quita otro, ante este pesimista panorama nos queda la esperanza de la frase que da título al artículo, ‘el mundo a punto de estallido’, porque fue dicha por el genial Quevedo en el siglo de Oro, debido a las continuas y graves crisis económicas que en aquella época les tocó también vivir, y desde entonces ha llovido mucho y el mundo sigue, así que a animarse toca, que todo pasa y nada queda.

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