Opinión

QUEMADOS

Pasa la vida y pasa cierta esperanza verde, pues el árbol se hace gris y la naturaleza negra de fea ceniza; incluso algunos humanos lloran lágrimas de luto por aquellos que dejan sus vidas defendiendo tal verde esperanza que nos es arrebatada normalmente por la mano incendiaria del mercenario ambiental con orden fría del que le pone junto a cerilla billetes decisivos que oscurecen aún más la vida, de pura maldad. Mucho progreso técnico y científico pero demasiado anquilosamiento moral. Demasiado poco progreso hacia una mejor naturaleza humana, por no decir retroceso. Es el alma humana que vaga enferma por tanto canto de sirena cibernética de placer que total ¿para qué? si ni siquiera conseguimos proteger a quien no nos ha hecho nada si no, más bien al contrario, nos da todo lo que precisamos para vivir más y mejor tiempo, bosques, fauna y flora, vida que nos envuelve.


Hay quien dice que el hombre es bueno por naturaleza, rousseaunianos compulsivos del buen salvaje por ejemplo, pero a la vista del día a día mucho me temo que no es así, al menos a mi vista hay más mal salvaje malo que bueno, demonio sobre la tierra que habita en nosotros desde que nacemos, aunque desde luego en unos mucho más que en otros, puesto que algunos parecen llevar los mismos cuernos puestos, y no los inocentes que nacen de traición amorosa sino innatos cuernos odiosos. También pienso que únicamente con mucho entrenamiento y ejercicio ininterrumpido podríamos vencer a este cabrón que llevamos dentro con todo su mal; desde luego no es nada fácil, de ahí que por ejemplo madres Teresas no hubiera más que una, pero lo primero que es necesario es quererlo, lo segundo advertirse de ello. Mientras, una lástima, porque hay que ver como quema este demonio que quema hasta su propia naturaleza.


Pero descontando la principal causa de que nos asolen los incendios cada temporada y que resulta de esta maldita voluntad de quemar por razones nada razonables desde el punto de vista humano y social aunque sí desde el plano más egoísta e interesado, se suma al debe la falta de políticas orientadas convenientemente a prevenir y/o apagar los incendios. Porque todos los años la misma canción del verano o hit parade, Los incendios nos asolan, que rompe los tímpanos de lo mala que es. Pasan los veranos y el rural cada vez más despoblado, sin políticas agrarias ni forestales, sin limpieza de montes que propician gasolina para arder la tierra.


También en la actuación frente al fuego hay cosas que fallan y saltan a la vista de cualquier pájaro, por ejemplo la falta de coordinación de las distintas administraciones como por ejemplo ocurrió en el grave incendio de La Gomera, donde aún hoy andan discutiendo el ministro español y el presidente canario de si la culpa es que no pediste a tiempo ningún hidroavión o que sí; como siempre, mucha mierda en casa y la casa sin barrer, creyendo cada uno según su fe a uno u otro, porque la verdad nunca debe resplandecer para ellos y así poder seguir chupando ambos del mismo teto público. Pues bien, fuera de la responsabilidad para un lado u otro, da vergüenza que por mor de nuestro complejo estado autonómico no hayamos aún desarrollado unas bases potentes y estratégicamente situadas desde donde lanzar retenes aéreos capaces de sofocar más eficaz y rápidamente los focos calientes de la geografía nacional. Se trata de aprovechar sinergias que en cualquier empresa económica son abc de la mejor gestión, pues las condiciones climatológicas no tienen por qué coincidir en Almería y Ourense, sino más bien resulta difícil a no ser en puntuales ocasiones, porque puede haber borrasca sobre Aragón mientras que en Extremadura anticiclón con ola de calor extrema. Y si en esos días toca arder a Cáceres siempre será más atacable el dolor con unos mayores medios desplazados desde una de las tres o cuatro bases necesarias para España, y que, por supuesto, deben ser además complementarias a los medios que ya poseen las distintas comunidades. Sentido común, o común interés por sentirse todos comunes, que la unión hace la fuerza y es lo que también parece fallar en el intento de apagar los fuegos de la comunidad española.


No me extraña que estemos quemados por tanto, y por dentro y fuera, de tanta ineficacia en poder salvar la foresta de un Barco valdeorrés o matorral de Granada, como de Ampurdán o La Gomera, con sus muertos que pesan como lápidas de piedra sobre nuestras espaldas. Quemados nos tienen las diferencias insalvables de gobiernos y oposiciones y los gestos ridículos al respecto: ¿quién no recuerda la meada de manguera de un político importante sofocando un fuego ante la prensa?, o el caso de alcalde socialista de As Pontes defendiendo la actuación de la Administración gallega en el incendio de la Fraga gallega mientras los Nunca Máis parecen máis que nunca convertido en Os de Sempre para soliviantarse. Voy a mojarme.

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