Opinión

LOS RECORTES Y LA REALIDAD

No hay salida alegre. Somos pobres. Y pobres quiere decir pobres y no pobres pero como si no lo fuéramos. Nos lo hemos comido todo en años pasados, años de vacas gordas (porque mira que pasamos en tan solo unos años de país en vías de desarrollo a país potencia mundial ¿o fue también una mentira?), y ahora, que tocan años de vacas flacas, nos encontramos sin nada ahorrado en la despensa, ni siquiera en el cerdito de la hucha del más pequeño de la casa pues ya pasó algún desvergonzado manirroto antes con su cuchillo para sacarle todo; manirroto Estado.


Hoy somos pobres, lamentablemente, por mucho que nos cueste admitirlo y nos hiera el orgullo de país patrio; y no hay tu tía, la caja está vacía. Pero para algunos como si no lo estuviera. Porque cuando nos toca el recorte directamente a cada uno, reaccionamos oponiéndonos cual niño ante su primer corte peluquero, con rechazo y sentimiento de pérdida del derecho adquirido como natural pelo crecido. Y, desde luego, a nadie le gusta que le toquen lo suyo, pero ¿qué es lo suyo?: pues suyo es su trabajo mientras lo tiene, suyo el piso mientras lo pague, suyo el gusto de ver ganar a su selección cuando gane (por cierto, ¿estos héroes futbolistas españoles donaron algo de los trescientos mil euros de prima que ganó cada uno?), suya la ilusión de salir adelante mientras nadie se la saque. Suyo, suyo, suyo es algo tan relativo en esta sociedad líquida que aferrarse al suyo como verdad incuestionable resulta una ingenuidad terrible.


Pues bien, todos sabemos, o al menos lo imaginamos, lo que cuesta bajar un peldaño en la escalera de estatus económico social 'suyo', que, por mucho que la realidad empuje con sus primas de riesgo de tamaño de seiscientos o un interés máximo de deuda, nos oponemos y rechazamos con grandes frenos psicológicos y miedos hasta decir basta. Por eso, cuando el recorte del país afecta directamente a un colectivo determinado, cada uno de los miembros de este colectivo siente lo 'suyo' como un azote superior y siempre mayor que el que ha recibido el de enfrente u otro colectivo distinto. Y a tirarse piedras unos a otros, aunque sea inconscientemente. Así, cuando le toca al funcionario palmar piensa éste que recae sobre él la mayor parte del sacrificio; cuando al minero, éste sitúa en su suerte la propia supervivencia de toda una zona geográfica; cuando es al empleado de gran empresa, éste percibe el ERE consiguiente como muro de lamentación; cuando al comerciante autónomo le toca la medida de apertura horaria todo el día se lleva las manos a la cabeza junto a la almohada que tendrá que llevar al chollo para no salir ya de allí por culpa de un público inmisericorde; cuando al periodista no nos lee ni dios pagando, pues a escribir renglones torcidos hacia abajo por culpa de los 'no' lectores; cuando hay stop a la subvención pública de la cultura, los del espectáculo 'sin público' a despotricar contra la falta de sensibilidad cultural; incluso el empresario, sin mayor flexibilidad laboral y con cerrada financiación, cuando se estrella contra el muro de su situación encontrará a alguien enfrente culpable contra quien desahogar su frustración. Pero todos y cada uno, eso sí, con algo en común, aparte de que ninguno se acuerde de los parados que ya no pertenecen a colectivo a quien recortar ni tienen escalón que bajar, el de ser inconscientes de que no hay Estado que nos haga menos dura la caída porque ya cayó él bastante abajo.


Pero si todos somos algo culpables de la situación en que estamos, aunque sea únicamente por votar a quien votamos y mirar hacia otro lado cuando no nos interesa lo que vemos, no quiero ni pensar cuán culpables son los que hoy se ponen con toda la jeta al frente de las manifestaciones callejeras, tanto sindicalistas como propios partidos políticos; porque hay que ver la desvergüenza de alguno que fue gobernante hasta hace medio año y principal responsable de la desfeita económica que ahora nos fustiga terriblemente al país, oponiéndose a un recorte de derechos que perdieron su base económica hace tiempo, en su propio mandato. Por supuesto que el gobierno actual al que le ha tocado lidiar este toro bestial es corresponsable absoluto por su silencio anterior, cómplice e interesado, ya que en su día ni siquiera se sumó a las medidas tardías pero necesarias iniciadas por el propio Zapatero cuando comprendió que su realidad era un sueño bobalicón (por cierto, ¿hasta cuando tienen que cobrar estos irresponsables anteriores sueldos millonarios del Estado?). El caso es tirarse uno a otro y seguir haciendo el bobo.


Total, que si a la propia realidad económica del país, ¡la ruina de Palmira!, con sus autonomías de taifas, sin perras y al rescate, y gobernantes nefastos, le unimos que sean los sindicalistas y políticos de siempre quienes lideren la pancarta protesta de la calle, apaga y vámonos.

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