Opinión

Sin remedio

Nada, que no hay remedio, por mucha razón que haya en la contienda, sinrazón o razón oscura. Que ¡Catalonia no es España!; no al menos para ellos, para los que mamaron la leche de pechos henchidos en confusa autonomía democrática; no para ellos, a los que metieron biberones de mala leche y fobia contra el resto de regiones españolas; pero, sobre todo, no lo es para una caterva de golfos corruptos que se han forrado comerciando un producto nacionalista trucado, por trucada su historia e imaginario colectivo de mártires.

El independentismo creció en parte gracias a ese motor trucado al que no bastó estar ya a la cabeza de competencias (ya se sabe que cuánto más tienes más necesitas, o quieres, y si no que se lo pregunten a la marca automovilística más puntera que ha machacado su prestigio con gran pedorreta contaminante); motor trucado que en este caso afecta a las emisiones del gas libertad, por medidas que atentan a la más elemental libertad de expresión con medios de comunicación al dictado, amén de una CAC que es la vergüenza democrática más intolerable de un país libre, y que falsean cualesquiera resultados.

Los gobernantes nacionalistas han querido vendernos la moto, o coche de motor diesel VW, con el hecho diferencial, del que habló esta semana Albert Boadella (primer catalán que le vio las orejas al lobo Pujol cuando era aún Molt Honorable y que le tiró de ellas con un Ubú teatral, y que después fue de los primeros en ver la patita convergente del lobo Más) como misterioso hecho del que todo el mundo habla pero nadie conocer exactamente de qué trata.
A mí nadie me saca de mi casilla de pensar que parte de la causa es artificial y falsa, pero de tan repetida parece verdadera. La fraudulenta que corresponde a Convergencia; no así la de Esquerra y CUP que sí viene de largo y es lógica porque de todo hay en la viña del Señor, como habrá también gente de Barcelona que quiera independizarse del resto de Cataluña, o también algún habitante de la avenida de la Habana, en Ourense que también quiera su propio Estado Independiente, sobre todo, con la premisa última que proponen los independistas catalanes de contar con la posibilidad, para el que lo desee, de la doble nacionalidad, o triple, porque para las subvenciones y demás prebendas también queremos ser europeos de la CEE.

No, si parvos no son, y además saben lo parvos que otros sí, por lo que cualquier ventaja para ellos es por derecho propio a su ‘condición catalana’, a ese ‘hecho diferencial mágico’, que a lo más que nos podemos aproximar para entenderlo es asimilándolo a una bendición de Dios. Así también yo quiero la independencia: derechos de mi estado español y europeo, y obligaciones pertinentes a  mi propio Piso Estado. Pero hablaba de mi convencimiento, y no tanto ya por intuición sino por razón, de la causa de tanto follón territorial creado, y es que en río revuelto ganancia de pescadores, aquí pescadores del 3% (ahora ya suben este listón al 5%) que se han valido de dinamita para esquilmar la riqueza de todos los ríos.

Pero aún mayor ganancia que la de ningún tanto por ciento para el bolsillo es la otra ganancia de libertad para tanto encausado político que aún no ha visitado la cárcel para quedarse y que le está esperando con sed de justicia (de ahí que tampoco sea extraño la última maniobra independentista de querer contar con la suya propia, su Justicia dependiente). Por aquí anda hoy mi casilla, ciertamente, con un pueblo que respira gases contaminantes cual si fuera aires de tramontana. Y es que hay momentos en la vida de una comunidad en los que lo que cuenta es la conciencia del entusiasmo colectivo por el advenimiento de su propio poder. Éste es,  sin duda, el momento más crítico de una democracia (dixit Luri y yo con él).  

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