Opinión

¡¡¡SARDINAS FRESCAS!!!, DE FORMACIÓN

Como si respondiera a letra de Santurce a Bilbao, vienen por toda la orilla del siglo XXI vendiéndonos un determinado tipo de Formación cual si fueran sardinas frescas. Tal que la canción de tuna sirve este capítulo formativo a las autoridades pensantes de nuestra sociedad, nuestros políticos, para embriagarnos de esperanza en atisbar así la salida de tenebroso túnel. Lo malo, como en todo atajo ficticio de felicidad, es la resaca al día siguiente del curso, pues la realidad nos impone aplastantemente su cruda realidad, y el curso estuvo bien mientras duró pero ya no para encontrar la tierra prometida; lógicamente, salvando la excepción.


Nos referimos, claro, a la Formación que viene subvencionada desde Europa cual si Europa fuera otro planeta, y que gestionan organizaciones de todo pelaje en cuyo objeto social no estaba precisamente esta área tan importante de formar al que no sabe. Indudablemente, y dado su gran componente económico, la capacidad camaleónica de estas organizaciones sociales han traído el ascua a su sardina haciendo de éste un buen negocio, una cantinela que de tanto sonar toca en mi cabeza como acufeno que me pone de los nervios. Y a vender, o cantar, Formación por aquí, Formación por allá, formación que no deja su tintineo hasta, incluso, vincularla poderosamente desde Europa al seguro de subsidio de desempleo; será, quizás, para que el parado no lo esté de todo y cuyo efecto psicosociológico no pare la actividad restante. Nos la venden como si esta formación nos fuera a sacar del marasmo intelectual, formativo y educativo, en el que desgraciadamente nos encontramos, por méritos propios. Formación laboral inducida desde Bruselas cual si fuera panacea para todos los males laborales del país.


Uno, que ya va siendo algo mayor, recuerda al respecto con nostalgia aquella formación laboral aprendida por tantos a través de la figura de aprendiz que surgía en el que no quería o podía estudiar. Ya después, y en la raíz de un desarrollo social equivocado, el aprendiz se hizo solo por el interés de colocarse en algún sector, como el de la construcción, que ofrecía de la mañana a la noche pasar al joven de la nada a poseer coche deportivo y sueldo para beber amistad y diversión por excursión en Ibiza o Marbella; por supuesto, con la complicidad malsana y perversa de estas maléficas entidades financieras que animaron a la cobertura de una hipoteca porque olieron pesca en el puto negocio inmobiliario, herramienta perfecta para un disparatado beneficio; y de esos polvos entre unos y otros, banqueros y clientes, estos lodos que nos constriñen hoy el humor y cierta alegría de vivir mínima. En cualquier caso, a lo que íbamos, el aprendiz acababa formándose siempre para un porvenir en la materia enseñada.


Pero bueno, entre aquella formación y la que puede ofrecer los estudios reglados de la enseñanza obligatoria, la universidad y/o formación laboral, también anda metida por medio y, por cierto, tocándole la moral a los profesionales de academias constituidas al efecto, esta formación desarrollada con fondos comunitarios por organizaciones que saben de formación lo mismo que usted y yo, o tal vez menos, si cabe. Lo que sí hacen es lucrarse con fondos de las Administraciones Públicas que se reparten para forrarse unos cuantos que los controlan. Si no, veamos cualquier curso donde al alumno se le obsequia con carpeta, bolígrafo, calculadora y lo que se le ocurra a quien lo gestiona a fin de ver la manera de hacer mayor negocio con proveedor o colaborador próximo, a sabiendas de que la calculadora, por ejemplo, puede caber en un curso con necesidades de cálculo (al margen de que el teléfono móvil ofrece ya esta tarea) pero no en el resto dedicado a otras materias y teóricas ¿para qué se necesita ese gasto concreto? Es como si al pagarlo un Fondo (ahí está lo del planeta) no costara, cual si no estar próxima su fuente pudiera hacer lícito la ampliación de un gasto injustificable, o justificarlo de manera tal que a poco que se investigue infunda sospechas de motivos espurios. Y el caso es que, al final, nada sale gratis, tarde o temprano se paga credibilidad, cuando no devolviendo la pasta.


Basta, pues, de hacer creer que un curso de 100 horas es herramienta perfecta para encontrar curro. ¿Qué mentira es esta? Será que decir esto resulte buena forma de apaciguar protestas o encuestas de población activa. Esto sí, exijamos mayor y mejor formación en los canales tradicionales, educación básica y posterior, formando personas con más conocimiento y normas de situación en el mundo socio laboral y humano. Insistamos en una formación universitaria o laboral, perfectamente reglada y responsable que pueda cerrar su ciclo formativo con empresas homologadas, amén de cualquier otra formación privada, becada o pagada por los interesados que la reconozcan particularmente. Lo demás, marear perdiz y ganar pasta gansa.

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