Opinión

SCHNEIDER, MITO DE UNA GENERACIÓN

Después de la tarea (un autónomo no tiene descansos perfectamente pautados), el sol asoma con plena belleza al levantarse esta dichosa niebla que nos baja los grados más de la cuenta, ¡qué frío! Así, al mediodía, un paseo por las calles de Ourense se convierte en placer único. Buenos días, adiós, hola, ¿cómo estás?, parrafadita viene, parrafadita va, ¡qué lujo encontrarte con personas conocidas que te dan alguna cuenta de su vida, o simplemente siguen vivas acompañándonos mutuamente en el mismo viaje existencial! El sol de la mañana dominguera resulta hoy cual fluoxetina prozac, que incluso como placebo actúa sobre el ánimo capacitándolo para aparcar preocupaciones y problemas cotidianos, al menos por unas horas. La parada es obligada al pasar por la calle de La Paz, calle donde esperamos anhelantes ese plan de recuperación de los pisos de D. Vicente Risco y D. Ramón Otero (sí que podía ser éste un buen Ateneo o lugar de encuentro para otros Nós, actuales), y volver a ver el Bohemio abierto, un café hermoso como pocos pero, para mí, con un defecto observado a vuela pluma, o a vuela de café con leche: demasiada televisión encendida, cual telepredicador que no nos abandona nunca.


Seguimos avanzando y la Plaza Mayor está pletórica; las terrazas llenas animan el primer domingo de mes en el que concurren los puestos de antigüedades; casi me recuerda al Rastro, a aquellos domingos castizos abiertos a encontrarte con cualquiera y cualquier posibilidad o tomarte una caña con quien no veías en toda la semana, o ligar, ¡qué coño! Hacia la Plaza también van Alejandra Soto con Héctor, jóvenes necesarios, y Manuel Márquez anda cargado con su cámara de fotos en busca siempre del arte.


Ya por la tarde, me encuentro al mejor futbolista que jamás tuvo el Celta en todos los tiempos (para mí, claro), Mazinho. Pero ¿qué hacía en Ourense? No, no estaba en el Couto sino en Carmelitas, viendo jugar a su pequeña, una niña aguerrida que bota la pelota de baloncesto a falta de fútbol arraigado en las féminas; vino con el Celta femenino a jugar contra las 'carmelas'. Y junto a él y acompañando a su hija, también jugadora, Candela, vinieron desde Vigo el artista José Hermida y su esposa Merchi, quienes no desaprovechan ocasión cuando están en Ourense para visita artística a la Catedral. Y vuelta al pabellón y a Mazinho, que vio ganar a su niña igual que ve triunfar a sus dos hijos futbolistas en el Barça, y que nos informa sonriendo que no, que ya no tiene más hijos ni hijas, por lo que no esperamos más talento deportivo de esta familia.




Dos rombos; va de sexo


Falleció María Schneider y un pasado potente golpeó mis recuerdos. Porque María fue un verdadero mito para muchos de mi generación, para mí el primero, y no vaya a creer alguien que con los años modifico este recuerdo de salido púber en cuya condición viví varios años por mor de la imaginación, siempre más poderosa que la propia realidad. Es la atracción de lo prohibido (ojo a la ley del tabaco).


Cuando en España nos contábamos los amigos los descubrimientos personales acerca de los misterios y secretos de sexo, ella irrumpió en las pantallas con 'El último tango en París' y enorme partenaire, Marlon Brando. María Schneider, sin llegar a 20 años, nos mostraba el camino escondido, una ruta oculta y ciega sugerida con simple alimento (yo me entiendo). Mi suerte de pasar entonces los veranos en París para aprender francés, que no el francés, en casas de la familia Alonso o de Casimira de Jesús, naturales de Lobios y emigrantes en Francia que nos acogían a mi hermano Santiago y a mí tan generosamente como si fuéramos familia, me permitió anticiparme a muchos en la constatación de que existían mujeres como María, como también partes anatómicas casi desconocidas al tiempo que las más llamativas. 'El último tango en París' y 'Emmanuel' fueron bien sabidas (por vistas repetidas), y bien subidas (de tono).


Muchas peregrinaciones a Biarritz se hicieron para ver estas películas, y, aunque un poco más tarde, llegó también la ocasión para poder verla en Chaves. Ahí al lado. Y cómo no recordar aquellas excursiones de todos mozos y ninguna moza; el Renault 12 de Pepe Cudeiro, Mini Cooper de Manuel, llenos de Pepe Barreiros, Felipe Campos, Jorge, Cuqui, y un montón de chicos entre los que me encontraba, desfilando sin accesos a Galicia hacia el maravilloso mundo del cine y de la película aún censurada en España. ¡Cómo, pues, no rendir homenaje a esta María fallecida con 58 años, que nos hizo correr a tantos a su encuentro y al encuentro con 'a modiño' la libertad sexual!

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