Opinión

DE YPF Y FÚTBOL

En verdad, no entiendo como el fútbol aún no es propiedad absoluta de grandes compañías corporativas, tipo Repsol, corporaciones multinacionales que vienen y van desde la sede oficial en un país determinado, a otro, donde la coyuntura puntual los atrae para la inversión y la posibilidad de hacer más negocio aún a expensas del riesgo que supone un mundo con tanto bananero poderoso al frente. No me explico como tantos cerebros privilegiados de estas multinacionales, que calculan al milímetro dónde invertir mejor en cada momento para que no pare su crecimiento, aunque sea crecimiento por acromegalia, que si bien en la persona humana es debida mayormente a tumoración benigna en la glándula pituitaria, en la jurídica es tumor maligno sobre la ambición, no se han dado cuenta que precisamente la ambición a veces rompe el saco y que si la hormona del crecimiento no para se convierte más en enfermedad que en remedio para la vista. Esa misma vista que faltó al bíblico Goliat que no vio venir la piedra de cualquier David -o Cristina-, o riesgo de inversión en un mundo globalizado cuya conveniencia depende de la percepción que cada uno tenga, pero que deduzco fácilmente puede derivarse de la ilusión óptica, como ocurre con el tamaño de la luna dependiendo del horizonte o cenit, y que aquí la urgencia de seguir facturando resulta como ese horizonte que nos hace ver ilusoriamente una posibilidad más grande de lo que realmente es; al final, simple falta de vista.


Así, cuando a esta voluntad societaria anónima se le cruza en el camino y le hace la zancadilla una señora como la Fernández argentina resulta que, desde el suelo, ya por no ver ni ve la luna de ningún horizonte. La populista mujer, de estratégico luto riguroso al que le ponen color sus seguidores en una especie de culto sui generis, ha sido suficiente para cargarse todo el entramado legal internacional de este gran mundo globalizado que han potenciado mayormente estas multinacionales de la oportunidad y que ahora huelen ya a Vaca Muerta o petróleo. No digo yo que estas grandes corporaciones como Repsol merezcan en gran parte la mueca torticera patriótica con la que le han hecho burla, aunque tampoco aplaudiré la búsqueda del beneficio a toda costa, sea costa este o costa atlántica en el caso de la patria argentina, donde la codicia es motor y los pequeños accionistas almas paralelas y bielas de esta maquinaria (eso sí, que se creen inocentes cómplices porque ellos no tienen las manos sucias de engrasar nada y ¿a mí qué, si no me entero?). Por cierto, del mal de la codicia nos hablaba recientemente un cardenal como uno de los males que acompañan a la crisis actual; y no le falta razón aunque la caridad debe continuar por los bienes de la iglesia, pues no solo de Cáritas, que es mucho, vive la predicación de ella.


Pues bien, estos grandes ejecutivos que se creen tan listos porque se les paga lo que se les paga, no se han enterado todavía que el poder no solo está en los despachos sino en la capacidad de arrastre de seguidores a la calle en un momento dado. Es lo que hay, sobre todo ante gentes populistas, pues ante ellos lo que no hay es leyes ni países suficientemente aliados por continente, mercado o fondo monetario, que pueda parar con sus reglamentos y comisiones la voluntad de gobierno particular que quiera echar de su patria a quien no la tiene, por mucha plata o razón comercial que tenga. Así que ahora imaginémonos que la empresa víctima en cuestión no fuera YPF-Repsol sino Manchester, Real Madrid, Milán o Barcelona, con sus semidioses Mesi o Ronaldo al frente: ¡cualquiera se metería 'así' con ellos!, expropiándolos de un día para otro y dejándolos sin sus estrellas; millones de fieles a la camiseta, sin distinción de raza, color, religión ni ideología política, se echarían a la calle Corrientes para reclamar lo que es suyo, su razón de ser que no es razón de Estado ni leches; al pueblo lo que es del pueblo y la tierra para quien mejor hace correr el balón sobre ella, club del alma.


Consecuentemente, no entiendo como el fútbol aún no es propiedad absoluta de estas multinacionales, que deberían invertir, además de en publicidad, en seguridad que los proteja de expropiaciones o dictaduras; y nada mejor para ello que la adquisición de un club de estos importantes con capacidad de convocar multitudinarias protestas que enfrentar al deseo de cualquiera que les quiera expropiar, pues la masa enardecida porque le quieran robar su alma se levantará como no lo hacen los anónimos accionistas que se caen por el wáter y encima les tiran de la cadena. Si YPF se llamara Real Madrid, o River Plate, ya me gustaría ver si Cristina me quisiera gobernar?

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