Opinión

Los monjes que trajeron la vacuna de la viruela a Celanova

A partir del siglo XVIII, la viruela sustituyó a la peste como causante de grandes epidemias, hasta que el descubrimiento de la vacuna por Edward Jenner en 1796 supuso un punto de inflexión en la lucha contra esta enfermedad. Sin desmerecer a la famosa hazaña de Balmis, que consiguió llevar la vacuna allende el océano, no fue más épica que su difusión por la península, menos conocida. Las primeras vacunaciones en Galicia tuvieron lugar con el cambio de siglo de la mano de los médicos Posse Roybanes en A Coruña y Eusebio Bueno en Santiago.

En la obra Viruela, vacunas y sociedad: Ourense 1805-1929 publicada en 2015, sus autores, David Simón y María Luísa Rúa, consideran como pioneros de la lucha antivariólica en Ourense a los médicos encargados de la sala de vacunación del hospital de San Roque creada en 1805, Benito Sanjurjo y José Andión. No obstante, el monasterio de Celanova ya había conseguido y difundido la vacuna unos años antes.

El 6 de agosto de 1802, la Gaceta de Madrid, medio oficial del gobierno, publicaba la siguiente noticia relativa a la villa de Celanova: “Fr. Alexandro Bermeo, religioso cirujano del monasterio de Benedictinos de este pueblo, viendo los saludales efectos que obraba la vacuna en casi todas las provincias del Reyno, e inducido del R. P. Abad de dicho monasterio para propagarla en este país, hizo venir el fluído de Madrid, que franqueó D. Juan de Azaola, cirujano del hospital general, a petición de un monje del monasterio de S. Martín, quien se le remitió por el correo”.

El texto, que está fechado el 16 de julio, nos sigue informando como, en el plazo de 5 semanas, frey Bermeo vacunó a más de 100 individuos “de ambos sexos de todas edades hasta la de 40 años, incluyendo en ellos 3 monges, el Alcalde mayor, su mujer y 3 hijos, siendo muy raros en los que no ha producido su buen efecto; y aunque se ha retardado en algunos hasta 9, 11 y 19 días, en ninguno de ellos ha notado cosa particular que añadir a lo que de tan útil invento han publicado otros facultativos en nuestras gazetas. Ofrece practicar la operación a quantos lo pidan, y remitir el fluido a los que deseen hacer la misma benéfica operación”.

Siglos antes, con motivo de un brote de peste, los monjes de Celanova, con toda su buena fe, se postraban solemnemente en el convento, pedían la intercesión de la Virgen y hacían votos a los santos. En esta ocasión se convertirían en protagonistas indiscutibles de la que podría ser la primera campaña de vacunación masiva de la provincia de Ourense. A Dios lo que es de Dios y al César lo del César.

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