Opinión

La revuelta de Refoxos (Cortegada)

En la segunda mitad del siglo XVII la decisión de los abades y priores del monasterio de Celanova de actualizar los foros de sus vasallos, siempre en beneficio propio y en medio de una fuerte crisis económica, fue el detonante de una gran revuelta que haría temblar los cimientos de su poder. Los primeros en rebelarse fueron los campesinos del coto de Paizás, aunque fue en el priorato de Refoxos donde la revuelta alcanzó verdaderas cotas de violencia antiseñorial.

Corría el año 1673 cuando los vecinos de Paizás y Casardeita solicitaron amparo al corregidor de Ourense, Martín de la Vera, manifestando que “se hallavan oprimidos, sin libertad y despojados de sus posesiones, y haciendas, con impossibilidad de defenderse, por las vejaciones que les hazia el Convento”. El corregidor elevará su queja al rey sin perder la ocasión de cargar contra los monjes que, “desasidos de la obligación religiosa, se la dan a la ambición de lo temporal”. Casi un año después serían los vecinos de Refoxos y Valongo los que se negarían a pagar las rentas al monasterio, atacando a los cobradores, según consta en el Memorial del juicio:

“Acometen, pues, con piedras, palos y arcabuzes la casa del Priorato, donde estaban los religiosos, y ministros que asistían a la cobranza, y con el ruído de las campanas, que al mismo tiempo tocaban a rebato, y con los alaridos, y vozes, en que dezían: ‘Mueran los que están dentro, demos fuego a la casa’, intentaron romper las puertas, y ventanas; y en esta porfía y combate perseveraron hasta el amanecer del día siguiente”.

El pleito duró 20 años, entre sentencias y apelaciones. Los campesinos de Refoxos, como los de Paizás, acusaron a los monjes de subirles las rentas y querer cobrarles por el aprovechamiento de las tierras comunales “valiéndose de su maña, y poder, y engañándolos, por ser gente pobre, e ignorante, y despojándolos de sus bienes; de los quales hazía foros a otros”.

Como las primeras sentencias fueron favorables a los labradores, el monasterio recurrió. Los campesinos también intentaron dilatar lo máximo posible la resolución del proceso, obstaculizando la labor de la justicia de todas las formas posibles. En Refoxos, a un receptor del Consejo de Castilla le apedreó “una gavilla de mugeres, porque los hombres hicieron fuga, habiendo ocultado los bienes muebles hasta enterrarlos”.

Los monjes apelaron a San Rosendo y a San Benito, hicieron misa votiva, desempolvaron antiquísimos documentos del archivo, atemorizaron a los denunciantes con castigos divinos y humanos... Finalmente, los vasallos acabaron pagando los atrasos, pero el monasterio tuvo que hacerles una rebaja.

Se hicieron nuevos foros, esta vez “con renta proporcionada”, nos cuenta un cronista del monasterio de Celanova que dejó negro sobre blanco el gran quebradero de cabeza que supuso esta querella para el monasterio: “El pleito que litigó esta Casa con los vasallos del Concejo de Refojos fue de gran consequencia, así por lo que sucedió en otros partidos y concejos como por lo que se temió de peligro en todos los demás de la Jurisdicción, pues todos estaban a la bista del suceso, amenazando la restistencia a la paga de las rentas y otros mayores ynconbenientes y revoluciones”. Apenas medio siglo después, continúa el relato, con motivo de otra revuelta en los dominios del convento se impondría la “paz” “con la ayuda de Dios y de nuestros santos patrones… a fuerza de arma y con auxilio militar, porque los del valle perdían el respeto a la justicia, y así fue preciso que viniesen a executar a los vasallos cuatro compañías de soldados”.

Los sucesos de Refoxos fueron bien conocidos a comienzos del siglo XX por historiadores como Samuel Eiján o el abogado Gumersindo Buján, que reivindicó la revuelta como un precedente de la lucha contra los foros. Sin embargo, a pesar de tener todos los ingredientes hasta para hacer una película, carece, siquiera, de un estudio histórico a la altura de su importancia. Valgan estas líneas para alentarlo o, por lo menos, para que no se pierda la memoria de estos hechos.

A una amiga.

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