Opinión

LO ESENCIAL

Leo Buscaglia es un autor, conferenciante y profesor universitario muy conocido al otro lado del charco todavía hoy, transcurridos varios años desde su fallecimiento. Su vida era, como tantas otras, normal y corriente. Hasta que un día una de sus estudiantes se suicidó y él comprendió que algo fallaba en un sistema educativo en el que se nos enseña a leer y a escribir pero se nos dice poco o nada acerca del valor de la vida, la dignidad personal o la grandeza de cada uno.


Tras esa circunstancia trágica, el profesor Buscaglia comenzó a impartir una clase que llamó 'Love 1A' y que en nuestra Universidad, de haberla, se habría llamado 'Introducción al Amor'. Una clase que, como habrán adivinado, se distinguía de cualquier otra y en la que, más como facilitador que como maestro, Buscaglia brindaba a sus alumnos la oportunidad de considerar lo que él denominó en más de una entrevista 'las cosas verdaderamente esenciales'.


En una ocasión, Buscaglia fue invitado a formar parte del jurado que debía encontrar al niño más cariñoso. El ganador fue un pequeño de cuatro años cuyo vecino, ya anciano, había perdido a su esposa. Un día, el niño lo vio llorando, se acercó a él y simplemente se sentó en su regazo. Cuando su madre le preguntó qué le había dicho, el niño se limitó a responder: 'Nada, simplemente lo ayudé a llorar'.


Algo parecido ocurrió esta semana en un parque ourensano donde un chaval de unos doce años, con síndrome de Down, se acercaba a los pequeñuelos que jugaban aquí y allá, asustándolos aun sin pretenderlo. Tanto fue así que, a los pocos minutos, los padres habían reclamado a sus hijos y los columpios se habían quedado vacíos. Hasta que un pequeñajo, calculo que de unos cuatro o cinco años, se acercó a aquel chaval y le preguntó: '¿Por qué te metes con los niños?'. Y, sin darle tiempo a responder, prosiguió: '¿Tú quieres jugar?'. El mayor asintió y entonces el pequeño, para sorpresa y lección de los que allí estaban, lo tomó de la mano y le dijo: 'Pues entonces juguemos'. Como ya habrán imaginado, el parque tardó poco en recuperar su habitual algarabía.


Comparto con ustedes esta anécdota porque su protagonista habría podido ser acreedor al premio al niño más cariñoso que, en su su día, otorgó el jurado del que formaba parte Leo Buscaglia, y porque nos recuerda a los adultos cuáles son esas cosas que, como decía el profesor estadounidense, de verdad cuentan.

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