Opinión

GENTE BUENA

Cuando se publiquen estas líneas, hará dos semanas desde el fallecimiento de mi tío Constantino: muy pocos días para enjugar el dolor por su pérdida. Pasarán los años y, a buen seguro, aliviarán el pesar de cuantos lo queríamos; pero no se desvanecerá el recuerdo de quien fue, a causa de su edad y de su carácter afable, un referente obligado para cuantos tuvimos la fortuna de conocerlo: sus vecinos, sus amigos y, por descontado, su extensa familia. Y es que el tiempo, que lo puede casi todo, puede lo justo contra el recuerdo.


Me complace pensar esto porque significa que, por muchas hojas que se desprendan del calendario, siempre podremos revivir los momentos disfrutados al lado de quienes ya no están entre nosotros. Y eso nos permitirá recrearnos en su sonrisa sincera, en su natural simpatía e incluso en ese sentido del humor del que mi tío hizo gala, fiel a su estilo, hasta el final. Quizá porque, como sostenía un amigo que ya no está, uno muere como vive y mi tío, lo sabemos bien quienes lo tratamos, nunca fue de ésos que gastan ceño fruncido y ademán triste.


Es posible que, acostumbrado a pasar desapercibido, mi tío se hubiese sorprendido al leer esta columna. Pero la escribo porque quiero rendir tributo a su memoria y, sobre todo, acordarme de todas esas personas con las que compartimos nuestra existencia y que, de un modo u otro, hacen que la vida valga la pena e incluso las penas. Me refiero a esos hombres y mujeres corrientes que están a nuestro lado y que, un día sí y otro también, nos hacen felices. Aunque no aparezcan en la portada de los periódicos, ni ocupen el tiempo de los tertulianos radiofónicos, ni se asomen al televisor de nuestro salón?


Así era mi tío Constantino: siempre pendiente de todos, siempre dispuesto a ayudarlos, siempre presto a disfrutar de su compañía y a hacer que los demás disfrutasen de la suya? Era una de esas personas, y ustedes conocerán a unas cuantas de ésas, que viven y dejan huella: si no en los libros de historia, sí en la intrahistoria de cuantos se las encuentran en el camino. Era, en suma, uno de esos hombres que alimentan la esperanza en la especie humana y que nos recuerdan ?y conviene que nos lo recuerden, aunque lo sepamos- que todavía queda gente buena.

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