Opinión

Gente común

Es de noche en Ciudad de México. A lo lejos, se distinguen los imponentes rascacielos con sus cientos de ventanas iluminadas. Me detengo a contemplarlos y, por un instante, imagino que son gigantescas colmenas cuyas celdas se encienden al caer la tarde, rindiendo su homenaje diario a la laboriosidad humana. Ya después, vuelvo al folio en blanco mientras, en la televisión, que está prendida, pasan en directo la gala de entrega de los Óscar.

De fondo, escucho las declaraciones de las estrellas de Hollywood, que pasean por la alfombra roja, ataviadas con sus mejores galas, respondiendo las preguntas de los periodistas. Hablan de sus últimas películas, de sus proyectos de futuro, de sus pronósticos para esta noche... Y, por un momento, parece que fuesen el centro del mundo, una referencia necesaria para los millones de personas que presenciamos la majestuosa ceremonia.

Sin embargo, en unas semanas todo habrá pasado: los galardonados habrán presumido sus estatuillas aquí y allá, algunos habremos vuelto a ver alguna de las películas premiadas o visto esas otras que no habíamos alcanzado a ver,... Y lo que hoy es actual habrá dejado su lugar a lo que lo será entonces. La vida, como siempre, seguirá su curso y, cada noche, nos encontraremos con las mismas ventanas iluminadas, no importa si de un rascacielos o de un edificio de ésos que apenas se levantan algunos metros sobre el suelo.

Tras esas ventanas estará la gente que allí vive o trabaja. La gente que, muy probablemente, nunca tendrá esos quince minutos de fama que a todos auguró Andy Warhol. La gente que no pasará a los libros de historia y que no encontrará un lugar en los periódicos si no es, como me decía un buen amigo, entre los obituarios. La gente que, con su trabajo cotidiano, hace que el mundo sea un lugar habitable y que hará que mañana las calles estén limpias y el pan recién hecho, que los autobuses circulen casi puntuales y que todos podamos leer en el diario las noticias de un hoy que ya será ayer.

Ésas son las personas de la que nadie se acuerda y de las que, me atrevería a aventurar, nadie se acordará mañana: personas anónimas cuyos nombres sólo conocemos sus familiares y amigos y que, sin embargo, son tan importantes, si no más, que los actores que esta noche recibirán los premios de la Academia. Personas que protagonizan calladamente no los taquillazos de cada año, sino la intrahistoria silenciosa y humilde, con sus connotaciones unamunianas, del día a día.

Te puede interesar