Opinión

OTRA CARTA A LOS REYES

Cuando lea estas líneas ya será sábado y faltarán pocas horas para esa noche que con toda razón denominan mágica por sus protagonistas; para entonces, ya habremos dejado atrás las fiestas navideñas y la celebración del año nuevo y en muchos hogares estará a punto de consumarse uno de los momentos más emocionantes de esta época: la visita nocturna de los Reyes Magos que, cargados de regalos, agasajarán a los más pequeños de la casa como hicieron, hace más de dos milenios, con el Niño de Belén. Mañana serán otros niños los que descubran sus regalos junto al árbol o al nacimiento y se asombren al descubrir que Sus Majestades, agotadas tras tantas horas de trabajo, se han detenido a comer y beber algo en el salón de su casa. Y, junto a esos niños que se entretendrán rasgando envoltorios y estrenando juguetes, estarán sus padres, maravillados al contemplar una de esas escenas capaces de devolvernos, siquiera por un instante, a esa infancia que dejamos atrás; una de esas escenas que hacen que la vida valga la pena e incluso, por qué no, las penas.


Desde luego, pocos días hay más felices que un 6 de enero cuando uno es niño y conserva la ingenuidad característica de esas edades. Por eso, al recordar aquellos momentos no puedo evitar sonreírme y pensar en aquellas madrugadas de insomnio y expectación, en aquellas mañanas de madrugones y algarabía y en aquellas cartas que, semanas antes, había escrito para que sus majestades supiesen que yo suspiraba por un cinexín o un coche teledirigido o un tente... ¡Como si no lo supiesen!


Recuerdo aquellas cartas, escritas sobre papel rayado con bolígrafo azul, letra redondeada y una ilusión desbordante. Año tras año, escribí puntualmente la mía e incluso me empeñé, aunque fuese vanamente y ustedes me comprenden, en ignorar a quienes sostenían que no era preciso escribirlas. Sin embargo, hubo una carta que nunca escribí y que quizá algún día envíe por eso de ser bien nacido: la carta de agradecimiento a los Reyes Magos. Podría ser una carta breve, apenas un gracias, o una tan grande como la lista de regalos que ellos me han traído a lo largo de tantos años. Podría ser una carta en papel, a la antigua usanza, o un correo electrónico, mucho más actual. Podría ser de muchos modos pero, sea como sea, será una carta sentida y un acto de justicia para con esos Reyes, ustedes me comprenden, que siempre están a nuestro lado.

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