Opinión

Año nuevo

Comienza un nuevo año. Una noticia siempre presente es la subida de una larga serie de servicios de muy variada naturaleza. A fuerza de costumbre, nos hemos acostumbrado a que esto sea ya algo habitual, cuando no debería ser así puesto que su principal justificación, el incremento de la inflación, se maneja (como otros tantos conceptos económicos) muy alegremente. De hecho, ésta consiste en una media de precios de un conjunto de bienes, mientras que el transporte, la luz o el gas se refieren a sectores concretos. Existen indicadores de inflación sectoriales que serían más precisos e, incluso, inflación territorializada que se aproxima mucho más a nuetra realidad cotidiana. Es decir, si nos suben el autobús que lo haga en la medida que lo hicieron los transportes en nuestra comunidad. Como siempre, los políticos tirando por lo más fácil. No obstante, creo que se debe negar la mayor y afirmar que la elevación generalizada no está justificada para todos los casos. Por ejemplo, en aquellos servicios donde se ha producido una privatización y la gestión está en manos de compañías privadas con pingües beneficios el argumento de la inflación se torna discutible.


Si nos suben el autobús que lo haga en la medida que lo hicieron los transportes en nuestra comunidad Sobre todo cuando en el servicio ofrecido a lo largo del año no es que se hayan observado mejoras sustanciales. Basta pensar en las autopistas donde las concesionarias, en muchos casos, se olvidan de sus obligaciones y, sin embargo, sí se acuerdan de sus derechos a actualizar precios.


Y, finalmente, un tema que llama la atención es el incremento anual en los precios de los transportes colectivos. Resulta que, por un lado, las autoridades dicen que hay que fomentarlos y, por otro, nos suben el precio. A nadie se le ha ocurrido que una buena medida para ello sería bajar, en vez de subir, los billetes. ¿Será por que quien lo decide viaja en coche oficial?

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