Opinión

Los chistes

Los chistes no pagan derechos de autor; sencillamente, porque son anónimos, no suelen venir de nadie y, a veces, nos hacen lamentar el no conocer a su autor, para rendirle homenaje.

Con su permiso, les contaré alguno de mi repertorio:

- Me gusta la merluza -dijo él.

- Y a mí. Y también el lenguado -dijo ella.

- ¿Y los salmonetes?

- ¡Ay! No me nombres los salmonetes.

- Me parece que huelo a sardinas.

- Pues vamos a ver si nos comemos unas pocas.

- También las sardinas están apetitosas.

Y tras este diálogo, los gatos se pusieron en marcha.

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Simplicio no es feliz en su hogar; su mujer le perseguía días atrás con una escoba en la mano. El infeliz marido se metió debajo de la cama.

- ¿Quieres salir de ahí, condenando? -vocifera la esposa.

- No me da la gana -contesta Simplicio-. Quiero hacerte comprender que yo soy quien manda en casa

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- Hoy no salgo de paseo, mí tía está enferma y no puedo moverme de su lado.

- ¿Qué tiene tu tía?

- Dos millones de euros…

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- Papa, ¿y cómo se sabe cuando uno está borracho?

- ¿Ves aquellos dos hombres de allí? Pues, si estuvieses borracho, verías cuatro.

- Pero, papá, si no hay más que uno.

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