Opinión

EL MAL HUMOR

Los españoles nos enorgullecemos a menudo de nuestro sentido del humor. De hacer con las cosas lo mismo que hacemos con los lápices: sacarles punta.


Del chiste basado en cualquier suceso de la vida nacional, ya sea el discurso de un político o un programa de televisión...


El extranjero que nos oyera hablar, se formaría una idea del país como: Una gran carcajada rodeada de flamenco, toros, fiestas, puentes, fútbol, botas de vino...


Un extranjero que nos oyera,pero que, por supuesto, no viniera. Porque así que asomara la cabeza por nuestras calles, sólo vería caras más largas que los plazos de un coche.


Si entramos en un 'super', tropezamos por la calle con alguien, nos apresuramos en subir a un autobús, etcétera, sólo veremos caras malhumoradas, gestos agrios y asco en general.


Cuando dos personas discuten (pongamos como lugar, un bar), no tarda en aparecer el: ¡Eso tu padre! ¡Repítemelo en la calle! ¡Su tía! ¡No tienes ni puñetera idea! ¡Anda ya, eso se lo cuentas a otro'!, etcétera.


El que un señor no piense como nosotros, nos da derecho a pensar que es un imbécil, pero no a decírselo a la cara.


En general, cualquier favor, pregunta o ayuda, se pueden dar o negar sonriendo, porque como ya dijo Charlie Chaplin: 'Un día sin una sonrisa es un día perdido'.

Te puede interesar