Opinión

Ciberataque

Todos los ojos estaban puestos en los Estados Unidos de Trump, donde se suceden los ciberataques a los servidores de adversarios,  se incrementan las sospechas sobre las fórmulas utilizadas por Trump para llegar a la Casa Blanca, y no hay día en el que no aparezca alguna noticia relacionada con el papel que ha podido jugar Rusia -o China- en esos ataques informáticos, y se produce en España un ataque cibernético. A una de las empresas punteras, nada menos que Telefónica,  clave además en el mundo de las telecomunicaciones. 

También se consideran afectadas  otras entidades, aunque no acaban de confirmar si están siendo atacadas o sus responsables informáticos han tomado medidas drásticas de prevención  para no verse  perjudicadas.

El asunto es grave, hasta el punto de que se ha movilizado el propio CNI para averiguar qué ocurre, por qué, y quién o quiénes se encuentran detrás de lo que los expertos llaman un "ransomware", palabro  que millones de españoles han escuchado o leído ahora por primera vez, aunque han entendido perfectamente sus consecuencias, todas ellas malas: un virus que destroza el equipo informático y encripta todo lo que se encuentra archivado en él. Los que han enviado ese virus son delincuentes con todas las letras, aunque su nivel de cultura informática está tan por encima de la media que cuesta llamarles rateros. Pero lo son: no ocultan que su interés es puramente crematístico y a cada propietario de un ordenador “herido” le piden 300 bitcoins, unos 275 euros. Una minucia… excepto si se tiene en cuenta que son  miles las personas afectadas,  a las que se complica enormemente  su vida profesional si no pueden recuperar todo lo que ahora se encuentra encriptado,  pues muchos de los archivos ahora inutilizados corresponden a años de trabajo. Parece ciencia ficción pero no lo es. Parece una película sobre sabotaje informático de grandes proporciones que nadie imagina en la vida real; parece un guión digno de Hollywood en el que se contrata a expertos para que rastreen en turbios locales de países obsesionados por saber qué se cuece en importantes despachos políticos y empresariales de otras latitudes.

Parece imposible que ocurra en España … pero ha ocurrido, y la magnitud del ataque cibernético solo podrán calibrarla los expertos. Y es más que probable que esa magnitud se quede entre cuatro paredes, pues ninguna gran empresa, y menos aún si cotiza en bolsa, puede permitirse el lujo de que se pongan en cuestión sus mecanismos internos de seguridad.
Se produce el ataque cibernético el mismo día que Defensa anuncia que este año volverán a desfilar carros de combate y aviones en el Día de las Fuerzas Armadas, después de un tiempo de recortes debidos a la crisis económica. El problema es que la Defensa de un país  ya no se juega solo con las armas convencionales:  unos buenos hackers pueden hacer más destrozo que un misil o un caza bien pertrechado de bombas.
 

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