Opinión

La clave está en el interventor

No se trata del título de una novela de Ken Follet, sino que la clave está en el interventor. Tras las declaraciones de José Antonio Griñán y Manuel Chaves ante el juez, declaraciones que a la mayoría de los españoles –incluidos destacados socialistas, y no es una opinión sino un dato- han llenado de estupor e indignación, para averiguar qué ha ocurrido exactamente con el fraude de los ERE habrá que esperar a que vuelva a comparecer el interventor de la Junta cuando se cometían las fechorías. Llamémoslas así, ya que Manuel Chaves asegura que no hubo delito ni irregularidades.

El interventor, tras conocer el contenido de lo que han dicho los dos ex presidentes ha pedido volver a declarar ante el juez, y de momento ha explicado que mantiene su versión única: advirtió lo que ocurría, realizó los informes oportunos denunciando las irregularidades que se producían, y esos informes los envió al consejero de Hacienda, con la seguridad de que llegarían a la mesa de los que entonces eran presidentes. Aparte de que Griñán era consejero de Hacienda antes de acceder a la presidencia.

El interventor no solo pretende salvar su prestigio profesional, sino también expresar su rechazo absoluto al cúmulo de decisiones ilegales o fechorías que se cometieron cuando era el máximo responsable del control de las cuentas de la Junta. Unas operaciones que suponen un fraude de varios cientos de millones de euros que algunas fuentes calculan que pueden superar ampliamente los mil millones, y que es el mayor escándalo político financiero que se recuerda.

Los tribunales tendrán la última palabra, pero mientras llega ese momento tras analizar el resultado de las investigaciones y las declaraciones de los imputados, es lógico que la atención se haya centrado en las comparecencias de Griñán y Chaves. Los dos, que tantas diferencias han mantenido en los últimos años, sin embargo han coincidido en su línea de defensa, probablemente acordada entre sus abogados: nada sabían, no advirtieron nada sospechoso, nadie les alertó de lo que ocurría. Si se cometieron irregularidades era responsabilidad de sus subordinados. En la vida militar, lo que más desprestigia a un jefe es que culpe a un subordinado de los posibles errores cometidos.

Chaves y Griñán han incurrido en graves contradicciones con los hechos narrados por distintos consejeros y directores generales de la Junta, que explicaron en su momento que determinadas decisiones jamás se podrían haber tomado sin una orden, o al menos una indicación, superior. Algo que comprende cualquiera que trabaje en una empresa o colectivo: la autonomía de los subordinados tiene siempre un límite. Y si lo sobrepasa inconscientemente, un buen jefe asume la responsabilidad del error cometido por quien forma parte de su equipo.

Así que, independientemente de que lo que ocurra con el interventor, y sea cual sea la decisión del tribunal, habrá que convenir que, al menos, a los jefes les ha faltado grandeza.

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