Opinión

Crisis profunda en Vox

Jorge Buxadé.
photo_camera Jorge Buxadé.

Camino Limia, hasta el jueves consejera de la Junta de Extremadura, no ha dimitido por cuestiones personales, ni por diferencias de criterio con sus compañeros de gobierno regional; tampoco por desacuerdo con la presidenta María Guardiola, del PP. Camino Limia, designada por la dirección nacional de Vox para ocupar el cargo de consejera del gobierno de Guardiola, ha dimitido por discrepancias con la dirección nacional de Vox. Y no es la única dimisión que se vive en Vox en los últimos meses por discrepancias con Bambú, que es como se designa en el mundo político a la dirección nacional del partido, con sede en esa calle del norte de Madrid.

Hace unos meses, Macarena Olona, en ese momento uno de los principales valores de Vox junto al portavoz Parlamentario Iván Espinosa de los Monteros -que la nombró portavoz adjunta en cuando demostró su capacidad dialéctica y su verbo implacable contra el gobierno- anunció su marcha del partido.

Kiko Méndez Monasterio -nada que ver con Rocío Monasterio- el hombre que verdaderamente manda en Vox junto a Buxadé, con Garriga y Hoces en el siguiente escalón, le anunció hace un año que sería la candidata de Vox a la presidencia de la Junta andaluza. Olona se resistió todo lo que pudo, pero la decisión estaba tomada. Eso sí, le impusieron el equipo de campaña y el responsable de comunicación, y la estrategia se la marcaba Bambú.

No logró el resultado que esperaba y después de días muy tensos intentó regresar a la política nacional integrando alguna lista al Congreso en las elecciones que se celebrarían en los meses siguientes. Recibió un no por respuesta y decidió abandonar Vox. Desde entonces ha dado muestras de no encontrar el rumbo adecuado, aunque personas de su entorno aseguran que ha entrado en razón y reconoce los errores políticos cometidos. No pidió la baja de militancia, como se dijo, porque nunca ha sido militante de Vox.

Tampoco es militante de Vox Camino Limia, la ya ex consejera de Extremadura. La eligió la dirección nacional para ocupar la consejería que esa dirección había pactado con el PP, pero como ocurrió con Olona le nombraron el equipo y le daban instrucciones desde Bambú. Cuando comenzó a tener voz propia, empezaron las filtraciones sobre su carácter imposible y su falta de criterio. Decidió renunciar a la consejería por las siempre socorridas razones personales. Según como se interprete pueden ser válidas las razones personales, pero la decisión estaba basada en la profunda incomodidad que le provocaba la imposibilidad de decidir, con media docena de cargos puestos por Bambú que le marcaban el camino.

Siguiendo la pauta habitual en ese partido, el sustituto como consejero es un familiar de Ignacio de Hoces, diputado por Badajoz, uno de los valores en alza en Vox, que estos meses consideró a Limia como una consejera sometida a su tutela. Lo que Camino Limia no aceptó.

Las deserciones de Vox

La situación interna de Vox es de tensión extrema. Tanto, que ha trascendido al exterior porque las luchas por el poder, y la colocación en cargos de responsabilidad a familiares y personas cercanas a quienes ostentan el poder, ha provocado que quienes callaban ahora hablan.

Sin esperanza de que se produzcan cambios, por regla general creen que Santiago Abascal ha dejado hacer a Monasterio y Buxadé, pendientes siempre de las instrucciones de Julio Ariza -el principal impulsor político de Vox desde sus inicios, con el potente apoyo del grupo Intereconomía detrás-, y si en algún momento parece que Abascal se da cuenta de que su autoridad se desvanece, no se sabe si puede y quiere tomar las decisiones necesarias para que Vox sea un partido potente. Asumen que, como en todos, siempre hay un cierto nivel de nepotismo y amiguismo, pero en Vox ese nepotismo y amiguismo está descontrolado y se están produciendo deserciones que descapitalizan el partido.

La marcha más significativa, más impactante para la militancia, más allá del caso Olona que causó conmoción, es el de Iván Espinosa de los Monteros. Renunció a su escaño y anunció que abandonaba la política pocos días después de conseguir nuevamente el escaño de diputado, y se daba por hecho que repetiría como portavoz parlamentario. Alegó razones personales, que existen, pero personas muy cercanas a él comentan abiertamente que esas razones personales no eran tan importantes como las que realmente motivaron su decisión: cada día se veía más alejado del núcleo de poder y sobre todo de las decisiones que tomaba el núcleo de poder. 

Núcleo que frente a cualquier consideración imponía los principios y valores que defiende el sector más ultramontano de Vox, que justifican diciendo que se corresponden con la doctrina de la iglesia. Lo que no es totalmente cierto porque la iglesia ha evolucionado, poco pero ha evolucionado. 

Es la razón de que la alcaldesa de Gijón, Carmen Moriyón, de Foro Asturias, cesara a la concejala de Cultura, de Vox, que abiertamente defendía que los principios de Vox eran prioritarios, mientras Moriyón defendía que había que respetar los derechos de los ciudadanos y defender sus intereses. La concejala pretendía abolir en el Festival de Cine de Gijón el premio que se otorga a la película que defiende los derechos LGTBI y crear el premio a los valores sociales … según los entiende Vox.

Gobiernos de coalición

¿Cómo afectará la crisis de Vox -no reconocida, pero real- a los pactos de coalición con el PP? Dependerá de cada gobierno regional y municipal.

Es probable que efectivamente Vox tire excesivamente de la cuerda y se produzcan ceses como los de Gijón -de Foro Asturias, que seguirá gobernando con el PP- o de Extremadura. Pero con toda seguridad habrá concejales y consejeros de Vox en otros gobiernos que apostarán por llevar de la mejor manera posible la gobernabilidad regional o municipal.

En Castilla y León ha habido serios conflictos con el vicepresidente Gallardo, más de formas que de fondo, porque no tiene competencias concretas, pero es la figura de Vox más importante del gobierno de Mañueco. El presidente, Mañueco, hace varios meses, ante una nueva salida de tono de Gallardo, dio a entender que no le temblaría la mano para poner orden, sin descartar ceses. Desde esa fecha y hasta el momento, Vox ha apaciguado su comportamiento y asume que es un socio indeseado y que mejor le irá a su partido, y al PP, si acuerdan las decisiones más polémicas, entre otras razones por que el socialista Tudanca está a la espera de encontrar la fisura en la coalición de gobierno que le pueda permitir convertirse en presidente.

Vox vive un tiempo difícil. Las últimas elecciones han supuesto un varapalo, con pérdida importante de escaños. Tantos, que no cuenta con los suficientes para presentar recursos. Analizada la situación desde fuera, y conocidas experiencias anteriores, se abren varios escenarios. Uno, que el propio Abascal, un hombre moderado mientras hizo carrera en el PP, dé su propio golpe de mano, reestructure el partido y consiga eliminar el calificativo “ultra” que hoy le define. Se puede estar a la derecha del PP sin defender principios que en algunos aspectos tienen difícil cabida en un partido democrático.

Otro escenario es que los consejeros y concejales que forman parte de gobiernos con el PP empiecen a entender cómo se hace política, cómo se gestiona y, considerando que el PP puede representar el futuro, se vayan despegando gradualmente de Vox, asuman los postulados de los presidentes y alcaldes del PP con los que gobiernen y se acerquen a ese partido. Algo similar a lo que ocurrió con algunos miembros de Ciudadanos en Madrid y Andalucía. Eso, con perspectivas de futuro. Hoy, lo que importa es qué va a pasar dentro de Vox, donde las aguas bajan turbulentas.

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