Opinión

El desánimo

El mismo día que Pedro Sánchez muestra públicamente su desazón, la Casa Blanca anuncia el primer viaje del presidente Barack Obama a España. Al dirigente socialista, con toda seguridad, la noticia aún le castiga más emocionalmente, pues le habría entusiasmado ser el hombre que recibiera a Obama en Moncloa. Será pues Mariano Rajoy quien lo haga como presidente en funciones.

Se queja Pedro Sánchez de que su electorado está desanimado y por eso las encuestas le dan lo que le dan, con Podemos tan en alza que podría producirse el “sorpasso”. Dice también Pedro Sánchez que algo tiene que hacer el PSOE para insuflar ánimo a los suyos.

Ese es el asunto, que para ganar elecciones los partidos tienen que meter todos los días y a todas horas un chute de ilusión a sus militantes y votantes, y mientras a Rajoy y a Iglesias se les ve que van como motos, la imagen de Sánchez y Rivera es la cara misma de la falta de fuelle, de potencia. A los combates hay que salir a ganar y aunque el adversario haya dejado ko a su contrincante sobre la lona, la única frase que cabe al caído es que se va a comer a quien le ha vapuleado. Sánchez sin embargo saca a colación el desánimo y Rivera parece desganado. Jugó muy fuerte una carta difícil sin tener en cuenta qué quería la mayor parte de sus votantes y no le salió la jugada, con lo que ahora puede sufrir el abandono del voto de derechas y el abandono de quienes solo votan al partido que consideran vencedor o a un partido verdaderamente potente que puede lograr el triunfo a medio plazo.

Si el votante del PSOE está desanimado es porque Sánchez ha cometido errores imperdonables. Se ha quitado de en medio a algunas de las figuras más queridas del partido, y no todas las caras nuevas, por el hecho de ser nuevas, les sustituyen con la misma eficacia ni provocan las mismas adhesiones; ni tampoco, solo por ser nuevas, son capaces de remontar un partido castigado por la falta de votos. Al contrario, en momentos de crisis es mejor apostar por la experiencia y por los que cuentan con el afecto y reconocimiento de la militancia.

Otro error de Sánchez fue considerar “histórico” el resultado del 20-D, una frase que produjo consternación en amplios sectores socialistas. Si se conformaba con ese pírrico número de escaños ¿a dónde pretendía llevar al PSOE? Pero la principal equivocación de Sánchez fue el rechazo personal a un Rajoy con el que no quiso hablar ni cinco minutos, y empeñarse en alcanzar un pacto con Podemos aguantando incluso situaciones humillantes. Total, para nada. Y encima, provocando el malestar de un sector importante de sus votantes, que estaban por el cambio pero no por el cambio con Podemos.

Que el votante del PSOE está desanimado se advierte a la legua. Pero Sánchez es el responsable directo del desaguisado.

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