Opinión

La despedida de Pablo Casado

Pablo Casado se despidió bien de sus compañeros parlamentarios, con un discurso sentido, emotivo, con el que asumía que había perdido la batalla. Todo lo contrario de lo que ha hecho en París, en su última  reunión de líderes del Partido Popular Europeo.

En ese encuentro, Casado pronunció un discurso en el que se presentó como víctima que perdió su puesto por su decisión de no mantener ningún tipo de contacto con un partido de extrema derecha, y por su lucha implacable contra la corrupción. No mencionó a Isabel Ayuso, pero se le entendía todo. Sigue sin aceptar que ha perdido la presidencia del PP por su pelea  irracional contra la presidenta madrileña, a la que quería ver imputada por un presunto delito de tráfico de influencias, y la ha perdido por la forma muy cuestionable de dirigir un partido en el que el descontento generalizado había sustituido a la esperanza.

La intervención de Casado en el PPE tuvo como consecuencia inmediata que el presidente de ese conglomerado de partidos conservadores, Donald Tusk, y el presidente del grupo  parlamentario Manfred Weber, hayan arremetido contra los partidos que llegan a acuerdos con formaciones de extrema derecha, como acababa de ocurrir  en Castilla y León. Fue tan exacerbada la crítica, que a las pocas horas Weber se disculpó, o más bien se autojustificó, alegando que no conocía bien las circunstancias que había llevado a ese acuerdo. Pero el mal estaba hecho: se puede apostar a que una de las citas obligadas para Núñez Feijóo en cuanto sea elegido presidente del PP, será viajar a Bruselas para pedir cita y  presentarse a las autoridades comunitarias, y sobre todo comparecer ante los que ya serán sus compañeros del Partido Popular Europeo. No será recibido con los brazos abiertos, sino que se le pedirán muchas explicaciones. Gracias a que su antecesor le ha dejado el (mal) perfil hecho: se trata de un político que ha desplazado a Pablo Casado de la presidencia del PP por su lucha implacable contra la corrupción y por su empecinamiento en no aceptar ningún tipo de acercamiento hacia la ultraderecha.

El comportamiento de Casado en este asunto se puede calificar de muchas maneras, ninguna de ellas grata. Porque la gente del PP, y toda España, conoce muy bien la trastienda de lo que ha sucedido los últimos meses. Un partido que tenía casi abiertas las puertas de La Moncloa se vino abajo por los errores inconmensurables de Casado y García Egea, empecinados en colocar afines, desautorizar a cargos electos y dificultar la labor de los presidentes regionales. Además de emprender  una lucha despiadada contra Isabel Ayuso, cuya popularidad no pudieron soportar.

Casado podía haber salido  de la presidencia del PP por la puerta grande, pero le ha podido su afán de venganza. Para un presidente del PP es muy importante el reconocimiento y apoyo del Partido Popular Europeo, y ni el PP  ni Núñez Feijóo merecían este trato.

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