Opinión

Esperanza se compra un sofá

Esperanza Aguirre se ha comprado un sofá. Hinchable, parecido al de Risto, que lleva en una furgoneta por las esquinas y plazas de Madrid. La candidata saca el sofá de la furgoneta, se siente e invita a los transeúntes a que le cuenten sus problemas o le pregunten qué pretende hacer si se convierte en alcaldesa.

Aguirre es una mujer singular que desde que tiene uso de razón se ha puesto el mundo por montera, dice lo que piensa y hace lo que le parece bien, caiga quien caiga y moleste a quien moleste. Por eso cuenta con larga suma de detractores y con una aún más larga lista de incondicionales hasta la muerte. No tiene complejos y lo mismo se marca un baile con María Teresa Campos que se sienta en un sofá hinchable para conversar con los madrileños.

Esta campaña electoral es singular. Aguirre es la que se lleva los titulares y consigue más espacio en los medios de comunicación porque siempre ha ido por libre, ha dado a sus iniciativas electorales un especial toque de originalidad no siempre bien entendido; pero en esta ocasión, en estas elecciones, se ha convertido en avanzadilla de los que se aprestan ya a poner en práctica una serie de candidatos necesitados de sacar votos de debajo de las piedras: el contacto personal, el diálogo directo. En otros países es moneda corriente y no se comprende que un candidato no cuide su circunscripción. Aquí sin embargo se da prioridad –hasta ahora- a mostrarse serviles ante los líderes. Las campañas han estado volcadas fundamentalmente en el gancho de las siglas y de los dirigentes nacionales, y todo lo más se han visto algunas iniciativas de reunirse en petit comité con representantes de diferentes sectores sociales. Pero siempre organizados a través de los respectivos partidos, lo que con frecuencia suponía que los invitados de esos sectores sociales eran en su mayoría afines al partido convocante. En cuanto a los mítines, son lo más lejano que se puede dar de lo que se entiende por cercanía, por contacto personal con los votantes. Por eso sorprende la iniciativa del sofá. Con la aparición de nuevos partidos que traen modos distintos de actuación, además de las redes sociales se buscan nuevas fórmulas de hacer campaña electoral.

Que Aguirre haya incluido un chester en su vida, que varios candidatos pisen la calle por primera vez y se expresen con naturalidad con la gente que les aborda, es un buen síntoma. Porque los partidos se hacen mimando al candidato día a día, cuidando de ellos, preguntando por sus problemas.

Se empiezan a ver indicios en ese sentido, aunque todavía no son suficientes. Aún que- da mucho por recorrer hasta que los políticos comprendan que hay algo más que un voto de- trás de un hombre o una mujer. Hay personas que quieren que se les atienda. 

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