Opinión

Esto no hay quien lo arregle

Entraron a matar, sin complejos, sin pudor, a degüello. La animadversión entre Susana Díaz y Pedro Sánchez fue tan evidente tras el debate a tres, tan crudo, tan mordaz, que no es difícil llegar a la conclusión de que este PSOE no tiene arreglo.

Patxi López hizo esfuerzos denodados para pedir que se mirara hacia el futuro y se dejara ya de exigir cuentas sobre el pasado. Inútil. El cruce de reproches entre Susana y Pedro fue continuo, y llegó a su punto álgido cuando la presidenta andaluza le dijo en tono casi de reconvención, pero con una evidente carga de profundidad, “Tu problema no soy yo, Pedro, tu problema eres tú”. No le faltaba razón. El problema de Pedro es que ve la historia reciente del PSOE, según el cristal que le conviene, y por tanto no es capaz de hacer la menor autocrítica, sino que se ha enrocado en el victimismo: ha sido desalojado de Ferraz porque se puso en marcha una operación de derrocamiento que se inició a las pocas semanas de ser elegido secretario general.

Tan apegado está a la bondad de su gestión, que en lugar de hacer algún tipo de reflexión sobre los resultados desastrosos de su mandato, mostró un mapa rojo casi en totalidad alegando que el PSOE había ganado las últimas elecciones autonómicas, equiparando el mapa de los gobiernos regionales conseguidos a base de pactos, con elecciones ganadas en esos territorios, que no es lo mismo. Aunque también Patxi López alegó que había ganado las elecciones que le convirtieron en lehendakari, cuando las ganó el PNV y él fue presidente del gobierno vasco gracias a la generosidad del PP, que le apoyó para desalojar a los nacionalistas e intentar una mayor estabilidad social.

En el debate se esgrimieron logros que no tenían más objetivo que hacer méritos para la militancia que debe votar el día 21, pero cualquiera que conozca el partido sabe perfectamente de qué situación parte cada uno de los candidatos. Tanto Díaz como Sánchez se empeñaron en dañar al contrario, y un Patxi López que pedía unidad clamaba en el desierto. Presentó propuestas concretas, mientras que Sánchez prefería refugiarse en su estrategia habitual, dar caña a Rajoy y, en esta ocasión, darle también algún que otro zurriagazo a Susana Díaz. Es lo que vende el ex secretario general, ir a la contra de sus adversarios en primer lugar y, en segundo, lanzar mensajes permanentes a los militantes, sobre todo a los más jóvenes, con cantos de sirena en los que promete que todas las decisiones importantes tendrán que ser validadas por ellos antes de ponerlas en práctica. Solo esos militantes tienen en su mano decidir si el debate ha servido para hacerles cambiar el voto, mantenerlo, o movilizar a los que se abstuvieron. Desde fuera, el poso que queda tras la hora y media de discusión, es que el PSOE se encuentra en grave peligro.

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