Opinión

La familia real, tras la abdicación

El 2 de junio de 2014 se producía la que probablemente era la noticia más importante desde la muerte de Franco: la abdicación del rey Juan Carlos. 

A media mañana el presidente de gobierno anunciaba la decisión del rey de abdicar en la persona de su hijo, y después era el propio Don Juan Carlos quien lo hacía personalmente en un breve y emotivo discurso. .

Dos años han transcurrido desde que se produjo esa abdicación decidida por Don Juan Carlos tres meses antes y que apenas conocían desde el principio media docena de personas, además de la reina Sofía y el príncipe de Asturias: el jefe de la Casa del Rey Rafael Spottorno, el presidente Rajoy, el expresidente Felipe González con el que Don Juan Carlos mantiene una relación muy estrecha y personal, y el entonces líder de la oposición Alfredo Pérez Rubalcaba, persona por la que Don Juan Carlos siente profundo respeto personal y político.

Desde ese anuncio del 2 de junio, y la fecha en que se produjo oficialmente el relevo, el 19 de ese mismo mes, cuando Don Felipe se convirtió en Felipe VI, se han producido importantes cambios en la familia real española. Los institucionales, lógicos, y los personales. Cambios que  la ciudadanía española ha asumido con absoluta naturalidad.  
Pocas veces aparecen juntos en público, pero la cercanía entre los dos reyes es total. Don Felipe no consulta al rey Juan Carlos tantas decisiones como al principio de su reinado, pero sabe que su padre está ahí y nunca le fallará si necesita una opinión o un consejo. Si se lo pide, solo si se lo pide.  

LA QUIEBRA PERSONAL

En la familia real se han producido novedades en estos dos años. El primero, su propia composición. Sólo forman parte de esa familia, además de los reyes, hijas la princesa de Asturias y la infanta Sofía, y sus padres Don Juan Carlos y Doña Sofía. Tanto las infantas Elena y Cristina, como Doña Pilar y Doña Margarita, son familiares del rey, pero no miembros de la familia real y por tanto dejan de depender económicamente del Estado, entre otras razones porque ya no tendrán responsabilidades institucionales y acudir a actos oficiales a no ser que el rey Felipe les pida especialmente que le representen.  Y otro cambio sustancial en la familia es que se ha visualizado la separación entre el rey Juan Carlos y la reina Sofía, que se prolongaba desde hacía años pero que pocos conocían porque aparecían juntos en la mayoría de los actos públicos avalados por la Corona. 

Los dos siguen residiendo en el Palacio de la Zarzuela como han hecho desde que se casaron. Nunca fue cierto que doña Sofía viviera en Londres, como publicaron algunos medios; ni siquiera que fueran tantos y tan prolongados los viajes a esa ciudad. Como tampoco es cierto que desde la abdicación se haya instalado durante largas temporadas en Grecia o en Alemania. Realiza viajes familiares a esos dos países,  pero nunca con muy prolongados. Su casa es La Zarzuela y su ilusión es pasar las vacaciones en Marivent, donde le gusta reunir a sus hijos y nietos.

Una ilusión que no ve cumplida con facilidad. La reina Letizia no siente la atracción por Marivent que sienten D. Felipe y sus hermanas,  no es lugar de referencia de su infancia y juventud, y acude los días justos para cumplir los compromisos institucionales. Y sin coincidir con los Urdangarin, que suelen enviar a sus hijos una o dos semanas,  que pasan con su abuela y sus primos Marichalar. 

El caso Urdangarin ha quebrado la unidad familiar. Don Felipe mantuvo relación con su hermana durante un tiempo al menos telefónicamente, pero se quebró cuando un año después de ser proclamado rey le pidió que renunciara a sus derechos dinásticos y la infanta se resistió a ello a pesar de que en una conversación personal mantenida en Zarzuela le aseguró que le enviaría la carta de renuncia, que el rey finalmente le tuvo que exigir. 

El despacho del hemérito

Los Urdangarin viven en vilo a la espera de lo que decida el tribunal ante el que han comparecido, siguen residiendo en Ginebra y aunque se ha rumoreado que podrían trasladarse a Lisboa, donde abrirá nueva sede la Fundación Aga Khan  con la que colabora la infanta, no se ha tomado ninguna decisión en ese sentido. Doña Cristina sostiene económicamente a su familia con su trabajo en la Fundación La Caixa y en la mencionada fundación del Aga Khan.

También continúa su trabajo en una fundación la infanta Elena,  la de Mapfre. Mantiene una relación fluida con el rey Felipe, viaja con cierta frecuencia a Ginebra para prestar apoyo a su hermana, al igual que la reina Sofía, y es habitual verla como una ciudadana más por Madrid, donde intenta pasar lo más inadvertida posible. Se ha convertida en la acompañante  habitual de Don Juan Carlos cuando se encuentra en España. No han faltado en las corridas de toros más importantes, a las que han acudido con la nieta con la que el rey mantiene más contacto, Victoria, y al grupo se ha incorporado el hijo de la Infanta, Felipe, Pipe, en cuanto ha regresado del colegio de Estados Unidos donde ha estudiado el último año. 

El foco de atención está puesto permanentemente en el rey Juan Carlos. Aparece de improviso en las ciudades más insospechadas, dentro y fuera de España, invitado por amigos que no se sabía que pertenecían a su círculo y con los que después de 39 años de falta de vida privada porque debía atender las 24 horas del día sus obligaciones institucionales, ahora disfruta de ellos por primera vez. Ha acudido a algunos de los restaurantes más conocidos, es asiduo a las carreras de Fórmula 1 además de los toros, es figura habitual en eventos deportivos importantes.  Hace lo que no podía hacer cuando era rey: queda con amigos, se va a cenar con Rafa Nadal cuando finaliza la participación del tenista en un torneo, o comparte impresiones con Carlos Sáinz sobre la carrera de su hijo. 

De acuerdo con el rey Felipe, se ha acondicionado un despacho a Don Juan Carlos en el Palacio Real. Un despacho espectacular porque el Palacio Real lo es, y que el rey Felipe visitó nada más ser “inaugurado” por su padre, al que dijo que era mucho mejor que el suyo. Que es cierto. Amplio, con mucha luz, cuadros de Patrimonio y un empaque fuera de lo común. Allí suele pasar las tardes Don Juan Carlos, que sigue con una agenda cargada de audiencias, en las que se alternan amigos personales con dignatarios extranjeros o exdirigentes de la política española con los que compartió peripecias importantes durante los años de la Transición.

Su relación con el rey Felipe es de plena confianza. Con la reina Letizia, cortés. Los nuevos Reyes han intentado preservar su vida privada, como hacían cuando eran Príncipes de Asturias.

La imagen de Don Felipe se ha potenciado en estos dos años, sobre todo tras la prudencia y el tacto demostrado durante los difíciles meses posteriores a las elecciones de diciembre. En cuanto a la Reina Letizia, provoca división de opiniones. Pero incluso los más críticos con su actitud reconocen que da sobradamente la talla.

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