Opinión

García Page tiene Razón

Hace pocos días Emiliano García Page se lamentaba de que la gobernabilidad de España “dependa de un prófugo de la Justicia”. Tenía razón. Sin embargo, el presidente castellano manchego podía haber mencionado también a su compañero Pedro Sánchez, quizá no tan compañero porque  no parece que Page se considere muy cercano al actual jefe de gobierno. Pero es incuestionable  que si el futuro de España depende de un tal Carles Puigdemont es porque Sánchez no es capaz de pararle los pies.

Puigdemont,  ex presidente de la Generalitat, huyó de España  cruzando  la frontera de Francia clandestinamente, sin dar aviso siquiera a sus colaboradores y amigos, a los que dejó tirados a expensas de la actuación de la Justicia, que los juzgó y condenó. Sufrieron  años de cárcel mientras Puigdemont vivía a cuerpo de rey en una mansión en Waterloo  pagada por los contribuyentes catalanes.

De ese individuo depende que Pedro Sánchez pueda ser presidente de gobierno; de ese individuo depende que el jueves la presidencia del Congreso  sea ocupada por un candidato socialista o por un candidato del PP. Incluso del PNV, como defiende Coalición Canaria, que pretende influir  con  un solo escaño en el Congreso.  

Así está hoy España. Así de esperpéntica es hoy la situación de España. Un prófugo ha puesto en jaque al gobierno, al principal partido  de la oposición, al Congreso de los Diputados y al sursum corda. Todos bailando al son que toque Puigdemont. Humillante. Se echa de  menos que el único político que  puede pararle  los pies, el presidente de gobierno, lo haga, y mande a  Puigdemont y a su música a otra parte. Porque es  una vergüenza que ese personaje esté marcando la agenda política española.

La impresión ante la situación provocada por un tipo como Puigdemont,  es que andamos faltos de políticos de altura,  aunque hay excepciones. Pero no se ve ninguna en el círculo sanchista.  Porque a un presidente de gobierno como debe ser un presidente de gobierno,  Puigdemont no le dura ni un cuarto de hora. Menos aún cuando más allá del Psoe y del PP no hay nada: media docena de partidos en declive, nacionalistas  que tuvieron buen pasado pero  mal futuro,  y un par de figuras de medio pelo que se creen que han inventado la pólvora política.

Otro país en iguales circunstancias habría promovido un acuerdo de gobierno entre PP y Psoe; así se salvaría España de una situación que preocupa a cualquiera con dos dedos de frente y avergüenza a gran parte de Europa.

El primer desafío es elegir este jueves a un presidente del Congreso. Importante desafío. Y las esperanzas sobre el resultado son escasas. Algunos de los nombres que se barajan  como tercera autoridad del país son desecho de tienta. Con amarres en las alturas, pero sin trayectoria  que avale su capacidad de ejercer esa autoridad.  

En momentos como el que estamos viviendo  se abre paso la desesperación.

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