Opinión

Como se gestó el adios del monarca

Los que lo sabían guardaron el secreto, algo impensable en esta España generalmente indiscreta. Sin embargo, muchos de los que ahora presumen de conocer la decisión del rey, conocieron la noticia al mismo tiempo que el resto de los españoles, aunque para seguir presumiendo de mantener una estrecha relación de amistad con el rey, con el príncipe, o simplemente de estar siempre informados de lo que ocurre en las altas esferas del Estado o del Gobierno, aseguran que recibieron llamadas del rey, o mensajes, advirtiéndoles de su inminente abdicación. Que muestren los mensajes, se supone que un texto de tanto calado histórico lo mantienen guardado.

La decisión la tomó el rey en enero, después de meses en los que se resistía a hacerlo. Siempre había expresado su intención de mantenerse hasta el final mientras el cuerpo –y sobre todo la mente- aguantara.

Sin embargo, fue después de Navidades cuando don Juan Carlos empezó a dar cuerpo a la idea de la abdicación. Precisamente cuando empezaba a ver los resultados positivos de las intervenciones quirúrgicas del doctor Cabanela, con la remisión de los dolores y mejor movilidad. Pesó en su decisión, aparte de que encontraba muy distintos interlocutores que se inclinaban por la abdicación, el hecho de que había llegado a la conclusión de que esta España que iniciaba una lenta superación de la crisis económica, necesitaba un relevo generacional.

Por otra parte el debate –para él profundamente doloroso- sobre la conveniencia de mantener la monarquía, le hacía pensar que el relevo en la persona de su hijo, un hombre joven y magníficamente preparado para asumir sus responsabilidades institucionales, daría un impulso a la Corona. No teme don Juan Carlos la reforma de la Constitución, de hecho fue él quien se empeñó, al ser proclamado rey, que las primeras elecciones fueran plenamente democráticas, con participación de todos los partidos, y que la primera legislatura fuera constituyente, aun sabiendo que existía el riesgo de que el nuevo texto constitucional no fuera a favor de la monarquía, la mayoría de los partidos de entonces eran republicanos y las negociaciones nunca se sabe cómo pueden acabar. Pero, sin temer la reforma constitucional, el rey Juan Carlos ha defendido siempre la legalidad, y lo que no puede aceptar, como ningún demócrata, es la abolición de la Monarquía a través de un referéndum ilegal.


LOS HOMBRES DE CONFIANZA

Las personas cuya opinión fue decisiva para decidir sobre la abdicación se pueden contar con los dedos de la mano. Por supuesto, el príncipe Felipe, con el que don Juan Carlos mantiene una relación de máxima confianza, admiración mutua y trabajo compartido desde hace años. Todo ello reforzado en los últimos tiempos cuando las diferentes visitas del Rey al “taller”, como le gusta decir, han obligado a don Felipe a sustituir a su padre en diferentes actos institucionales.

Otra de la persona que tuvo un papel importante fue Rafael Spottorno, Jefe de la Casa de S.M. el rey desde hace algo menos de 3 años pero que conoce perfectamente su funcionamiento porque fue su Secretario General durante diez años.

Dos personas más, no adscritas a la Casa Real, han conocido de antemano la decisión del rey. Es más, es probable que su opinión haya pesado a la hora de tomar la decisión. Una, el general Félix Sanz Roldán, actual director del CNI y es Jefe del Estado Mayor de la Defensa, además de haber ocupado cargos militares relevantes en Estados Unidos y en la UE. Es uno de los interlocutores habituales del rey, como corresponde al responsable del CNI, pero también porque don Juan Carlos le tiene una gran confianza personal y le escucha con atención.

Igual ocurre con el ex presidente Felipe González, el presidente de gobierno con el que don Juan Carlos ha tenido mayor afinidad personal no solo por una cuestión generacional sino porque González nunca ha dudado en decir al rey exactamente lo que pensaba, lo que provocó en su momento alguna tensión pero don Juan Carlos acababa por agradecer. Tan es así que cuando perdió las elecciones en el 96 el rey le propuso que mantuvieron unos despachos periódicos, a lo que respondió González que no le parecía conveniente porque podría provocar recelos en el nuevo presidente, Aznar.

Mariano Rajoy fue informado por el propio rey de su decisión de abdicar en uno de los despachos que mantuvieron a principio de año, pero don Juan Carlos no fijó la fecha que consideraba apropiada para el anuncio. Tras la muerte de Adolfo Suárez se aceleraron las cosas y el rey decidió poner en marcha el proceso. Informó a los ex presidentes de gobierno y al líder de la oposición Alfredo Pérez Rubalcaba, con el que don Juan Carlos mantiene una relación muy cercana, y con Rajoy decidió que la vicepresidenta Sáenz de Santamaría y Rafael Spottorno se reunieran para analizar las cuestiones institucionales y los decretos que tendrían que ser aprobados, porque existía no solo una laguna constitucional sino que además no existían referentes históricos. Y se pensó que la fecha idónea para el anuncio y la proclamación del rey Felipe debía ser tras el 25 de mayo, para no perturbar la campaña electoral europea.


EL AFORAMIENTO

El jueves 29 se celebró una reunión en Zarzuela a la que asistieron don Juan Carlos, el príncipe, Mariano Rajoy, Spottorno, Soraya Sáenz de Santamaría y Alfredo Pérez Rubalcaba. Se analizó lo que habían preparado la vicepresidenta y el Jefe de la Casa, se tomó la decisión de hacer el anuncio el lunes a través de un mensaje institucional del Presidente como marca la Constitución, al que seguiría un mensaje personal del rey y se volvió a dejar todo en manos de Santamaría y Spottorno todo lo concerniente a los decretos que había que aprobar y la preparación de las ceremonias de abdicación y proclamación.

El lunes, tras grabar su mensaje de despedida, el rey llamó a los portavoces parlamentarios, líderes sindicales y empresariales, dignatarios extranjeros, familiares y amigos. A todos aquellos a los que por las necesarias razones de discreción no había comunicado sus intenciones. Cayo Lara, en una conversación muy cordial, le recordó que era republicano, a lo que respondió el rey que lo sabía perfectamente “como sabes que yo soy monárquico”.

En estos días posteriores ha provocado un debate público y político la inviolabilidad de don Juan Carlos, que perderá en el momento de la abdicación. Hay consenso en que pasará a ser aforado, de manera que cualquier problema judicial deba ser resuelto en el Tribunal Supremo, como ocurre con los 10 mil cargos españoles que gozan de ese privilegio, entre ellos diputados y senadores. La fórmula, debatida por la vicepresidenta y el jefe de la Casa de S.M., será un decreto presentado conjuntamente a las Cortes.Todas las demás cuestiones menores se irán resolviendo a medida que pase el tiempo. Lo que importaba a don Juan Carlos y el príncipe de Asturias, cómo plantear el relevo, se ha ido preparando en estos cinco meses para se produjera en un clima de máxima normalidad.

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