Opinión

Javier Espinosa

El relato de Javier Espinosa es estremecedor. Seis meses estuvo secuestrado por los yihadistas en Siria, y no nos ha ahorrado ni un solo detalle escabroso en la narración del trato más brutal que probablemente haya sufrido un periodista español. Torturas, golpes, hambre, sed, suciedad, enfermedades, amenazas, situaciones límite a las que sin embargo el corresponsal de El Mundo, y compañeros de otros medios nacionales e internacionales, consiguieron sobrevivir. No todos. Algunos de ellos fueron decapitados de forma salvaje y sus videos colgados en la red para horror de todo el mundo, sobre todo de sus familiares y amigos. Las imágenes de Espinosa en el aeropuerto, con el largo abrazo a su mujer Mónica –también periodista- y a sus dos hijos, era la de un hombre que conocía el significado de la palabra milagro. Ahora, al leer las páginas por él escritas, se comprende aún más que él mejor que nadie, como el fotógrafo Ricardo García Vilanova, liberado el mismo día que Espinosa, han conocido el infierno.
Llega el relato cuando las fuerzas de seguridad españolas acaban de detener a ocho hombres y mujeres que formaban parte de grupos yihadistas que trabajaban a través de las redes sociales para sumar adeptos a su causa; por otra parte se preparaban para sumarse ellos mismos al yihadismo y cometer atentados. Llega el relato cuando dos jóvenes que pensaban entrar en Siria fueron detenidos en el aeropuerto de Estambul, llega cuando acaban de ser detenidos varios jóvenes en Ceuta, llega cuando los islamistas difunden un comunicado en el que amenazan a los Reyes con ver a sus hijas sepultadas bajo las piedras, llega cuando un español se fotografía ante un letrero de la comunidad de Madrid con el uniforme del ejército yihadista. Llega cuando John Kerry, el Secretario de Estado norteamericano, anuncia que Obama está dispuesto a dialogar con Bashar El Assad para lograr un acuerdo con los rebeldes no islamistas y sumar esfuerzos, junto a la coalición internacional, para derrotar a los islamistas que practican una aniquilación sistemática de los “no creyentes”, un genocidio,  en el territorio conquistado en Siria e Irak, donde imponen su ley de la forma más irracional, más brutal.  
El relato de Javier Espinosa pone nombre a las víctimas del ejército islamista, centenares de miles de personas que han sufrido un trato similar, o peor, al que recibieron el puñado de periodistas y cooperantes de diferentes organizaciones no gubernamentales que compartieron torturas con Javier y Ricardo. Hemos visto docenas de casos de crueldad inimaginable en los videos de asesinatos y mutilaciones que se han producido en los últimos tiempos, videos en los que nos han cortado las imágenes más crudas, que no era difícil adivinar.
No caben medias tintas, ni reflexiones, ni  tibieza, ni segundas oportunidades. El yihadismo solo tiene una cara, la que describe Espinosa. La cara del  horror, de la maldad extrema.

Te puede interesar