Opinión

Miedo

El fin de semana no es tranquilizador,  aunque la cosa política en España anda más o menos bien, con turbulencias en Podemos y decepciones en Ciudadanos, pero los acuerdos a los que han llegado PP y Psoe, impensables hace solo un par de meses, permiten concluir  que  la legislatura se va a desarrollar con una cierta estabilidad,  y que poco a poco, al trantrán como se dice en el mus,  se podrán ir sacando adelante iniciativas absolutamente necesarias. 

Pero el fin de semana no es tranquilizador porque fuera de nuestras fronteras se producen acontecimientos  que provocan enorme inquietud, por no decir angustia, por no decir miedo. En Estambul, maravillosa ciudad de la que hoy huye el turismo, un nuevo atentado ha provocado una cuarentena de muertos. En El Cairo, una bomba en la catedral copta ha vuelto a teñir de sangre esa comunidad cristiana perseguida durante siglos y que desde hace unos años es objetivo destacado de los terroristas del DAESH. En Alepo los rebeldes están cometiendo atrocidades ante el avance de las tropas sirias y en Palmira el ISIS sigue con sus matanzas implacables mientras arrecian los bombardeos rusos, que sobre todo se llevan por delante a miles de civiles. En Nigeria, Boko Haram ha cometido un nuevo atentado a través de dos niñas-bomba, probablemente niñas secuestradas y obligadas a convertirse en lo que jamás quisieron ser después de meses de atrocidades y esclavitud, que es a lo que someten los de Boko Haram a sus víctimas.

España está bien preparada para hacer frente a los terroristas islamistas, los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado están muy entrenadas para pelear contra  esa lacra gracias a la experiencia adquirida en la lucha contra ETA, pero el fanatismo  hace imposible garantizar la seguridad plena, como lo saben en Francia, Estados Unidos o el Reino Unido, que cuentan con excelentes servicios de información  y con los  medios adecuados para detectar y desarticular a quienes atentan contra sus ciudadanos.

Con frecuencia no somos conscientes de los peligros que nos acechan,  siempre pensamos que lo malo sucede a otros y en otros países, y todo lo más programamos nuestros viajes tratando de evitar las escalas en lugares que hoy no inspiran excesiva confianza.  

Estos días hemos conocido que unos mil quinientos soldados del ejército del DAESH han regresado a sus países de origen, alguno de ellos a España. Conviene estar ojo avizor. Esta guerra no es convencional,  por eso el peligro es superlativo,  ya que no se sabe dónde ni cuándo puede llegar la agresión. Pero sí se sabe que esa agresión es siempre indiscriminada y brutal. ¿Que es mal asunto ser alarmista? Probablemente, pero peor asunto es mirar hacia otro lado cuando los atentados del DAESH se producen tan cerca y con tanta frecuencia. Son los propios servicios de información y las fuerzas de seguridad españolas los que además de dedicar todas las horas del día a detectar posibles terroristas, advierten que todas las precauciones son pocas.

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