Opinión

Nervios

Sin alcanzar el ecuador de la campaña, comienzan a advertirse los nervios en los candidatos del PSOE y de Ciudadanos. Más aún desde el debate a cuatro en el que tanto Pedro Sánchez como Albert Rivera no salieron triunfantes como suponían, ni siquiera poniendo el acento en la ausencia de Mariano Rajoy. Por otra parte, si tanto les incomodaba la ausencia del presidente de gobierno, podían haberle colocado en una situación incómoda rechazando batirse el cobre con la vicepresidenta. Desde el momento en que aceptaron a Sáenz de Santamaría como contrincante, daban por válido que Rajoy solo quisiera competir contra el líder de la oposición, no con dos candidatos que ni siquiera son diputados.

Todavía. Sin alcanzar el ecuador de la campaña, a Rajoy se le nota cómodo mitineando por toda  España y sobre todo apostando por el contacto con la gente, lo que hasta ahora no era habitual en un hombre que lleva casi cuatro años encerrado en La Moncloa y lejos del mundanal ruido, que él lo justifica con el argumento de que había mucha tarea que hacer para intentar superar la crisis. Se  ha venido arriba   Pablo Iglesias, al que se le pasó la pájara de hace un par de meses. Sabe que no tiene ninguna posibilidad de ganar y por tanto disfruta con la situación, dice lo primero que se le pasa por la cabeza sin que le importe que se le acuse de utilizar datos falsos y ha recuperado la frescura perdida, aquella que le convirtió en un líder que se hizo paso a codazos en la escena política sin ninguna experiencia previa pero con una forma de actuar que le rodeó de un público entusiasta e incondicional.  Hasta que sus coqueteos con la “casta”  le hicieron caer en picado.


Sánchez  no acaba de encontrar su sitio, y a medida que avanza la campaña se le nota menos  convincente cuando habla como si ya fuera el futuro presidente de gobierno. Le afecta el aliento de Rivera tras la nuca, y más aún  que sondeos serios indiquen que incluso ha sido sobrepasado por Ciudadanos. En el debate del lunes no dio todo lo que los suyos esperaban de él. Parecido a lo que ocurrió con Rivera,  que salió a  ganar porque está acostumbrado a que en los últimos meses nadie le encuentre las vueltas -porque no se las buscan, es el hombre de moda- y sin embargo en el debate mostró  su flanco débil,  algunas inconsistencias programáticas y la poca  capacidad de reacción ante los ataques de los adversarios. A falta de un Rajoy al que vapulear,  tanto Iglesias como Sánchez lo intentaron con  Rivera. Y Soraya Sáenz de Santamaría también, no en vano lo que intenta el PP en esta campaña es detener el impulso de Ciudadanos. 
Falta poco para el 20-D.  Sánchez y Rivera ya pueden espabilar, transmitir certezas y proyectos sólidos. Si no, difícilmente alcanzarán la meta que se han marcado.
 

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