Opinión

Panorama endemoniado

Solo Sánchez puede dar marcha atrás en la carrera demencial que ha emprendido para mantenerse en La Moncloa, con un pacto con Podemos e independentistas del que él mismo había dicho que esa fórmula le quitaba el sueño. Solo Pedro Sánchez puede dar marcha atrás porque por mucha inquietud e indignación que tengan  miembros destacados del Psoe que no pertenecen al círculo más cercano al presidente en funciones, el partido no tiene ninguna posibilidad de  tomar iniciativas que le empujen a cambiar de criterio, ni tampoco a destituirle, como hizo el comité federal cuando advirtió hace dos años que Sánchez tomaba decisiones que iban contra los principios del partido. Para evitar que pudiera repetirse esa situación, en el último congreso del partido los sanchistas cambiaron los estatutos para que el secretario general no pudiera ser cesado con los votos de la mitad más uno del más uno de la ejecutiva, o porque lo aprobara el comité federal. 

A los barones y dirigentes regionales solo les cabe por tanto pueden clamar en el desierto en contra de un gobierno como el que busca Sánchez: nada pueden hacer para impedirlo excepto expresar públicamente su desacuerdo, como ha hecho Emiliano García Page.  Sin embargo, multitud de personas expresan en privado, e incluso en público, su inquietud ante el gobierno que intenta formar Pedro Sánchez. 

Sánchez, la misma noche electoral, ya decidió que no pondría límite a la formación de un gobierno de izquierdas. No le importó haber perdido votos en esa nueva y polémica convocatoria electoral y tampoco le importó pactar con un partido del que públicamente abominaba, Podemos, que también, como el PSOE, había tenido peor resultado del que esperaba. Seguían sin salirle las cuentas incluso contando con el PNV, que todavía no había dado el “sí” a un gobierno con Podemos dentro. Sánchez, contradiciendo sus promesas y también  sus principios, inició negociaciones a través de intermediarios con los partidos independentistas. Sabiendo, como saben todos los españoles y como han declarado por activa y por pasiva los dirigentes de ERC y de Bildu que su apoyo, si lo necesitaba, no era gratis. No hace falta que sean más expresivos. ERC, de momento, ha reiterado que quiere una mesa de diálogo con el gobierno en igualdad de condiciones de los diferentes interlocutores.  

Mesa de la que no puede salir nada bueno pues el partido de Junqueras insiste en su objetivo independentista. Ha dicho que no exigirá referéndum ni indultos  como en ocasiones anteriores, pero  guardan en la manga iniciativas que van más allá de esas dos. Con la sentencia del Tribunal Supremo, las competencias penitenciarias en manos de la Generalitat, y la abogacía general del Tribunal de Justicia de la Unión Europea sentenciando que Junqueras y Puigdemont tienen derecho a su escaño de eurodiputado y por tanto a la inmunidad parlamentaria, sentencia que probablemente avale el TJUE ¿para qué necesitan el indulto? Antes de que finalice el 2020 todos los dirigentes del proceso independentista estarán en la calle –algunos con libertad condicional- y en España. En cuanto al referéndum, ya no les importa tanto. La situación es demoniaca: la gente sensata del PSOE, que es mayoría, está atada de pies y manos para detener a un Pedro Sánchez que aparece como una figura fanatizada, irresponsable y al que solo le importa el poder. Los partidos minoritarios, los que han tenido uno o dos escaños, son los que podrán decidir si hay o no un gobierno de izquierdas; Ciudadanos,   en el que millones de españoles pusieron esperanzas para que fuera un partido bisagra, se ha quedado en casi marginal porque su máximo dirigente no acertó con su estrategia y dio bandazos que espantaron por igual a la gente de derechas y la gente de izquierdas que le habían votado. 

Y en el PP, principal partido de la oposición, su presidente mantiene un silencio desde la noche electoral que desconcierta a sus seguidores y también a los socialistas sensatos –insistimos, que los hay- que esperaban algún gesto que impidiera la locura que pretende Sánchez. Porque es una locura, aunque el entorno de Sánchez recuerda que en Portugal, un gobierno de coalición de izquierdas lo ha levantado y convertido en uno de los países más estables de Europa. Tiene razón ese entorno sanchista, pero habría que recordarles que Pedro Sánchez no es Antonio Costa, ni de lejos; ni Podemos es O Bloco, ni de lejos. Y Portugal además no tiene que vérselas con un problema constitucional tan grave como el del independentismo catalán,  al que hay que enfrentarse con sentido de Estado y la máxima responsabilidad.

A Pablo Casado se le reprocha el silencio. Sin embargo es un silencio absolutamente premeditado y que aprueba su círculo más cercano, que el jueves pasado mantuvo una importante reunión sin la presencia de Casado ni García Egea, que a su vez mantenían un encuentro para seguir analizando la situación política.


El papel de Pablo Casado


Casado tiene muy claro que Vox está a la espera de que cometa algún fallo, que para Vox sería que permitiera un gobierno de Pedro Sánchez. Posibilidad que Casado siempre ha negado y que reiteró la noche de las elecciones. Lo que ha decidido el PP por tanto es estarse quieto a la espera de las negociaciones que realiza Sánchez para formar gobierno. Es decir, quiere que toda España sepa hasta dónde está dispuesto a ceder Pedro Sánchez para ser presidente.  

Ya se sabe que ha cedido ante Podemos y les ha prometido una vicepresidencia y tres ministerios, con Iglesias y Montero en la mesa del Consejo de Ministros –lo cuenta Podemos-  y habrá que ver si acepta un relator internacional que levante acta de las negociaciones con  los independentistas, o  incrementar las infraestructuras y comunicaciones en Teruel, Canarias o Cantabria aunque no salgan las cuentas, o que por contentar as Podemos suba  la fiscalidad a las empresas de tal manera que aleje a los inversionistas… o subir aun más el salario mínimo interprofesional. 

Estos “disparates” creen el PP que abren los ojos a los que consideran que es bueno un gobierno como el que busca Sánchez.  Y si ese gobierno no sale y Sánchez mira hacia Casado, solo entonces se plantearía abstenerse en la investidura. Pero con unas condiciones que podrían pasar por exigir, como contrapartida, que no sea Sánchez el presidente. Y creen Casado y su equipo que esa exigencia ya no se vería como una locura, visto que Sánchez llevaba a España directamente al abismo.

El lunes el PP tiene reunión de su ejecutiva, y al finalizar habrá declaraciones sobre cuál es su posición respecto al gobierno de Sánchez. Ese día se conocerán más datos sobre lo que el presidente está dispuesto a aceptar de Podemos y de los independentistas.

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