Opinión

Dos presidentes en apuros

No por previsto, el procesamiento de Chaves y Griñán deja de ser un golpe en la línea de flotación del PSOE, independientemente de la mancha que significa en la importante carrera de los dos políticos, que han sido presidentes de la región cuantitativamente más importante para el PSOE, ministros de Felipe González... y presidentes del PSOE.

Hoy, los dos, se encuentran en apuros, en una situación difícil, por ellos mismos y por su partido. Después de cinco años de investigaciones han sido procesados por prevaricación continuada en el caso de los ERE, y Griñán también por malversación de caudales públicos. Se trata del caso que, por su envergadura económica, ha provocado más ríos de tinta en los desgraciadamente numerosos casos de corrupción, y aunque tanto Griñán como Chaves negaron que estuvieran al tanto de los hechos delictivos, el juez ha determinado que necesariamente tenían que conocer el informe de la Intervención General en el que advertía sobre las irregularidades que se estaban cometiendo.

Los dos ex dirigentes políticos, que ya habían abandonado la política activa, han pedido la baja en el PSOE nada más conocer el auto judicial. Una decisión que les honra, aunque sabían que esa baja les llegaría de forma inmediata en cumplimiento de las normas del partido. Sin embargo, siendo muy grave el caso de los ERE, una cantidad exorbitan- te la presuntamente defraudada y personas de la máxima relevancia política las implicadas, es dudoso que esta nueva vuelta de tuerca en el escenario de corrupción política que desgraciadamente nos aqueja tenga las repercusiones electorales que merece, que al igual que ocurre con otros importantes casos y otros importantes nombres, parece que se toman a título de inventario.

Como si se asumiera que toda España es un enorme espacio de corrupción, política y no política, aunque la política es la que provoca más titulares.

En ese espacio de corrupción no se debería considerar igual al que ha cometido delito para engrosar su cuenta corriente, que al que ha cometido fechorías para ayudar a las finanzas de su partido, asunto éste en el que no está libre de culpa ni uno solo de los partidos tradicionales, los que han tocado poder. Y en ese espacio de corrupción es evidente también que no se mide a todos por el mismo rasero; como es evidente que los jueces, o la mayoría de los jueces, han dejado atrás la norma no escrita de no interferir en los procesos electorales con decisiones que afectan directamente a la contienda.

Esta campaña, más que ninguna otra, está impregnada de noticias sobre casos de corrupción. Que llegan precisamente cuando los dirigentes de los partidos que hoy tienen posibilidades de gobierno por primera vez han luchado seriamente contra la corrupción, mucho más que sus antecesores. De hecho, la mayoría de los casos que hoy nos escandalizan se produjeron en el pasado. Pero la Justicia, ya se sabe, es desesperadamente lenta.

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