Opinión

Lo que Rajoy llama “un lío enorme”

En la cumbre de Bruselas la mayoría de los dignatarios europeos se acercaron a Rajoy para preguntarle por el futuro gobierno, cómo iban las negociaciones, qué perspectivas tenía él mismo para continuar siendo presidente. Su conversación privada con Cameron fue captada por los micrófonos. No hablaban del “Brexit” sino de España. El presidente español le trasladó al “premier” británico su sensación de que nadie iba a alcanzar la mayoría necesaria para formar gobierno, que se repetirían las elecciones el 26 de junio y le resumió la situación con solo tres palabras: “Un lío enorme”.

Lo es. Como saben todos los dirigentes políticas desde la misma noche del 20 de diciembre, noche que confirmó los peores pronósticos: un parlamento atomizado, sin mayorías claras, que obligaba a que cualquier futuro gobierno estuviera respaldado al menos por tres partidos. Y el lío es más enorme todavía porque en España no existen tres partidos con unas mínimas coincidencias para un programa de gobierno y que sumen los escaños suficientes para alcanzar la mayoría absoluta que se necesita en la primera sesión de investidura o una mayoría simple –más votos a favor que en contra- en la segunda.

Rajoy ni siquiera lo intentó porque como al parecer le dijo al rey en su primera ronda de conversaciones, en ese momento él no podía sumar más de 130 votos en el caso de que algunos partidos regionales le dieran su apoyo, mientras que el PSOE podía alcanzar hasta 160 si los socialistas llegaban a acuerdos con Podemos independentistas.

Se han publicado noticias que afirman que D. Felipe está molesto con Rajoy, e incluso aseguran que el presidente le sugirió que aplazara por un tiempo la entrevista con Patxi López pues la Constitución no marca el plazo para que el Jefe del Estado traslade su propuesta al presidente del Congreso. No es esa la cuestión que inquieta a los españoles en este momento, sino cuándo habrá gobierno y de qué partido va a ser el próximo presidente.

CIUDADANOS NO QUIERE

En Ferraz no disimulan su desconcierto ante las declaraciones del vicesecretario general de Ciudadanos, José Manuel Villegas, cuando dijo a mediados de semana, tras una nueva ronda con el equipo negociador del PSPE, que no había acuerdo todavía con los socialistas y que Ciudadanos aún no había decidido si mantenía su posición de votar negativamente la candidatura de Sánchez o inclinarse por la abstención. En el entorno de Sánchez se quedaron con los ojos a cuadros: estaban convencidos de que, por lo menos, contaban con la abstención de Ciudadanos.Sin embargo se encontraban con que el partido de Rivera volvía a su posición de siempre.

El equipo negociador socialista, presidido por Antonio Hernando, el portavoz parlamentario, piensa que todavía hay margen para luchar por la abstención de Ciudadanos … pero con la abstención no se consigue convertir a Sánchez en presidente. A no ser que cuente con el voto expreso de Podemos y de alguno de los partidos menores … pero si a Sánchez le vota Podemos, puede suceder que Ciudadanos vote entonces en contra del PSOE para impedir que Podemos forme parte del futuro gobierno español. Un lío enorme.

Se encuentran con el escollo conocido, que Podemos no ha respondido a sus requerimientos de negociación. Iglesias y su guardia pretoriana -Errejón, Carolina Bescansa, Irene Montero- dicen que su propuesta de gobierno es pública, escrita en casi un centenar de folios, más las exigencias de la vicepresidencia y las más importantes carteras ministeriales. Solo han accedido a renunciar a una de sus propuestas, un departamento gubernamental que coordinara los nombramientos de jueces y fiscales, a los que se pediría lealtad al gobierno.

Ha aparecido en escena un “hombre bueno”, un mediador, Alberto Garzón, de Izquierda Unida, que mantiene buena sintonía con Pablo Iglesias y con Sánchez. Pero sus buenas intenciones quedan devaluadas cuando se mide su importancia parlamentaria, 2 escaños.

DENUNCIAR DESDE DENTRO

En el PP, Rajoy está a la espera. Si Sánchez fracasa dará el paso adelante para que el rey le proponga, pero es perfectamente consciente de que la corrupción de su partido es un elemento letal para sus posibilidades de alcanzar acuerdo. Defiende su honradez y la de la mayoría de su gente, pero el goteo de noticias que afectan a algunos de los hombres y mujeres más importantes del PP no hacen creíble que se trate de un partido limpio .

Solo tendría alguna cota de credibilidad, se dijo en la última reunión de la ejecutiva, si fuera el propio PP el que tuviera conocimiento de casos de corrupción en el partido y los denunciara ante los jueces. Pero no es fácil que ocurra: no cuentan con medios de investigación suficientes porque las propias personas implicadas, si las hubiera, tratarían de bloquear los avances, y además la UDEF y la UCO llevan mucho tiempo de delantera y cuentan con documentación exhaustiva sobre las cuentas del partido. Pero en eso están. Y, al mismo tiempo, temblando por lo que pueda surgir en Madrid y en Valencia.

La dimisión de Esperanza Aguirre y la sustitución por Cifuentes piensan que ha permitido transmitir el mensaje de que se apuesta por una persona que nunca ha tenido relación con casos que han puesto en entredicho la imagen del partido, pero temen qué puede salir del escrutinio de las cuentas del Canal de Isabel II, desde donde supuestamente salió dinero para financiar ilegalmente el partido.

A la dirección nacional les llena de inquietud que el secretario general del PP de Madrid, el expresidente del gobierno autonómico Ignacio González, haya dimitido hace un mes sin que Esperanza Aguirre comunicara esa dimisión a la dirección nacional del partido. Así que Rajoy, el del lío enorme para formar gobierno, tiene un lío añadido: la corrupción puede convertirse en el argumento que utilice Pedro Sánchez si es presionado para abstenerse ante una supuesta sesión de investidura de Rajoy, que podría producirse si él no consigue ser presidente.

NUEVAS ELECCIONES

¿Y Ciudadanos? ¿Apoyaría a Rajoy con su voto? En el equipo de Rajoy la respuesta es casi inmediata: sería bienvenido el apoyo, y además Rajoy respeta a Albert Rivera, con quien mantiene una buena sintonía. Pero para el PP el apoyo de Ciudadanos no supone conseguir o no el gobierno, como le ocurre a Pedro Sánchez si no consigue que Pablo Iglesias se avenga a renunciar a unas exigencias que no serían aprobadas por el comité federal socialista. No es una cuestión de ideología, sino de matemáticas. Pedro Sánchez necesita como el comer los 40 votos de Ciudadanos si quiere ganar la investidura sin los escaños de Podemos.

Se comprende que Rajoy piense que la salida a esta situación endiablada son unas nuevas elecciones. Lo que ocurre es que, a lo peor, no solucionan nada. A no ser que se produzca algo que cambiaría sustancialmente la situación: que en unas supuestas nuevas elecciones, tanto PP como Psoe presentaran como candidatos a personas que no provoquen tanto rechazo como Rajoy y Sánchez.

Pero tanto en Génova como en Ferraz, mentar esa posibilidad es mentar la bicha.

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