Opinión

Sánchez, solo de solemnidad

No ha sido buen día para Pedro Sanchez, y eso que él mismo había puesto grandes esperanzas en el debate sobre la posición del gobierno respecto a Cataluña. Para disgusto del presidente se celebraba además con las relaciones entre Moncloa y Generalitat completamente envenenadas, con la famosa vía Lituana soliviantando a tirios y a troyanos, incluso a destacados independentistas, con un PSOE conmocionado por el resultado andaluz y con un partido y un grupo parlamentario en las que empiezan a hacerse muy visibles las tensiones internas.

Del debate queda que la propuesta del presidente que provoca titulares es que ha pasado por encima del  155 pero propone una reforma del Estatut para dar más autogobierno a Cataluña. ¿Es el momento idóneo para hacer ese anuncio? No debe serlo porque, antes de que finalizara el debate parlamentario sucedió algo insólito: un miembro del equipo de comunicación de Carmen Calvo iba por las cabinas de los medios de comunicación diciendo que la vicepresidenta aclararía en una rueda de prensa lo que había dicho el presidente de gobierno.

Verde y con asas: a Carme Calvo no le había convencido el discurso presidencial, consideraba que quedaba corto. Y Sánchez debía pensar lo mismo, pues parece impensable que Calvo convocara a los periodistas sin el visto bueno previo del presidente. No debía creer la vicepresidente, ni el propio Sánchez, que este último hubiera estado  a la altura de lo que se esperaba de él en estos momentos, y  necesitaba por tanto ampliar, explicar algunos de los puntos que había expuesto. No fue la única nota discordante: también su hombre fuerte en el partido y en  el gobierno, José Luis Ábalos,  desarrollaba en pasillos algunos de los anuncios del presidente.

No fue el debate excesivamente apasionante,  con una oposición machaconamente culpando a Sánchez de haberse hecho con el gobierno gracias al apoyo de partidos que pretenden romper España, y con unos socios que tampoco hicieron una defensa del presidente actual, aunque sí se empeñaron en descalificar lo que consideraban falta de diálogo del presidente anterior. Tras escuchar a  todos, quedaba el sabor amargo de que Sánchez  no tiene ni idea de cómo abordar el gobierno catalán y, además, está solo de solemnidad, solo del todo. No le quieren ni los suyos.

El mejor momento lo protagonizó Pablo Casado, con un discurso brillante, sin una sola nota de la que echar mano. Demoledor para Casado, Implacable, con datos que sonrojarían a cualquier gobernante que no tuviera la sangre fría de Sánchez ni fuera absolutamente inmune a las críticas.  El discurso de Casado fue el que estaba necesitando el PP dese hacía meses, porque su presidente no había vuelto a tener una sola intervención  ilusionante desde el congreso de su partido. Además de referirse a  Cataluña criticó con datos  la política exterior de este gobierno, la economía, el empleo, Europa, la falta de  defensa de las instituciones… Toda una lección de parlamentarismo.

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