Opinión

El padre visible

El martes fallero de este mes de marzo rindió honores a la figura del padre. En algunas comunidades autónomas  como Madrid ha dejado de  ser festivo pero la celebración de San José suena en Valencia, Navarra, Galicia, Murcia, Melilla y País Vasco. Tal onomástica del personaje bíblico tiende a desaparecer yendo en contra de una realidad tapada por la moda de reivindicación de la mujer.

Hoy ser padre implica ser madre, amo de casa y trabajador externo. Ellos llevan las faldas y los pantalones como corresponde al cambio sufrido en el modelo de familia actual. El prototipo tradicional es extraño y la cuestión de género se ha transformado en sentido común dejando que la vinculación con las circunstancias de la familia subsane la consanguineidad y la disponibilidad para establecer la relación afectiva con los hijos. El padre ha perdido el tratamiento  que distanciaba a la generación de los 50 con aquella adoración y pleitesía que iba destinada al cabeza de familia, con pocas horas en casa porque la revolución industrial le había asignado productividad fuera de las tareas del hogar.

La paternidad forma parte de la identidad masculina y hoy los tipos de trabajo, con Internet y el desempleo, contribuyen a sumar momentos para dedicar a la crianza de los hijos, lejos de la carga  como representante de la ley, la seguridad y la confianza, frente al amor de la madre. Esas clasificaciones están en transformación, o se mezclan,  dejando atrás tradiciones atávicas de meros proveedores  para alcanzar dimensión en la convivencia familiar. Ser  padre es experiencia nueva que ha venido a trascender la preocupación de sí mismo y sus ocupaciones para desarrollar el potencial en un marco de libertad responsable y no de dominación. Esta bendición es divina y ya lo saben las mujeres, que mientras ellas luchan por las ambiciones, que le han sido coartadas durante tantos años, ellos rigen,  al cien por cien, el sentimiento de paternidad en la crianza de  hijos. Si los padres han caminado perdidos en esta asignatura es este siglo el que los recoloca, lejos  de un mundo depresivo y sancionador y descubriendo la parcela de cuidados y afectos, vetados incluso por ellos mismos. 

 El nuevo emplazamiento de padre tiene, cada vez más, y no en sentido divertido, espacio en la Literatura y cuando esto ocurre algo importante se está dando.  Desde  la comicidad de la pregunta ¿quién es el señor que aparece a veces por casa?  al ¿dónde está mamá? hay diferencia. Las madres han dejado espacio para la paternidad visible poniendo por delante la radiografía de que otra forma de vivir es posible.

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