Opinión

La realidad sin humor

El final de la obra no se ve clara; pero el ciudadano español presencia el teatro del coronavirus con actitud resignada y pensando que llega a ser burlesco y da risa. Nuestras vidas necesitan humor y, a pesar de ello, estamos sumergidos en el género de la comedia. Cuarta ola nos dicen y la realidad la hacemos propia superando en mucho la ficción del disparate, un modo que nos ha llegado deformado como si se reflejara en los espejos del callejón del gato donde Ramón María del Valle Inclán alumbró el esperpento con sus rasgos grotescos y absurdos. Es como la meteorología de los informativos que toma derroteros propios, alejados de los avanzados por el locutor televisivo. Las vacaciones, el coronavirus y el tiempo meteorológico son triduo pascual para un monólogo de mucha risotada. No coinciden las previsiones con los rayos infrarrojos recibidos y las sospechas de retoques y artimañas dan tanto de sí como cuando en el pasado era momento de fomentar la oferta competitiva de sol y playa.

Vivir del chiste cuando la realidad pierde el sentido del humor debería ser recomendado como bien de primera necesidad y aparecer al lado del agua, la electricidad y la cultura. La verdad es que fuera de las prohibiciones no se siente la insistencia de recomendaciones que hablen de cómo crear defensas ante el bicho; eso por decir algo porque la risa como alimento tiene nutrientes para vivir sanamente y es vacuna contagiosa. Con una sola dosis se puede liberar a la manada con el comportamiento de imitación.

El socialista Ángel Gabilondo es serio por genes y lucha en Madrid por recuperar los tiempos del gobierno de Joaquín Leguina, de 1983 a 1995. Han pasado 25 años y el puente, que ha llevado el peregrinar del PSM a la otra orilla, pone cartel de esperanza con el CIS de Tezanos hablando de la desaparición de Ciudadanos en la Comunidad de Madrid. No se baraja en ningún momento el diálogo entre derecha e izquierda. No somos de mirar ejemplos de grandes coaliciones como Alemania o Suiza, para qué si ellos funcionan mejor. Ahora la lucha electoral va a por los votantes que en 2019 movieron su tarjeta por el partido de Albert Rivera. Los bloques de izquierda y derecha presentan supuesto empate técnico en el último barómetro público. Mientras tanto, el día a día es sin saber si la zona en la que uno vive es o no cierre perimetral en este estado de alarma que se cumple el 9 de mayo, sin saber si se prorroga.

Pasada la Semana Santa, el viacrucis sigue para aquellos trabajadores a los que los ERTE les sale a pagar en la campaña de la Renta y les niega deducciones como la maternidad. Los radicales separatistas catalanes son el acné primaveral. El gobierno espera que ERC y Junts lleguen a un acuerdo antes del 26 de mayo cuando quedarían convocadas nuevas elecciones si no hay entendimiento. En Andalucía esperan la resurrección con la Feria de Abril. La risa es invitada repentina y ya casi no viene cuando se la llama.

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