Opinión

La tractorada que viene

A decir por lo visto en algunas calles españolas, la tractorada es juego de niños. El grupo asturiano Zapato Veloz hizo su hit en el 92 con la canción “Tengo un tractor amarillo” y pequeños y más pequeños se han unido a la ira del campo pedaleando en sus juguetes. El desfile se ha colgado por las redes, y ha sonado a previo de Semana Santa. A más de uno nos ha llevado a la niñez, porque siendo enanos impresiona el paso de un tractor. Ese monstruo apabulla y se impone porque, al parecer, son 350 kilos lo que pesa el neumático más usado en la industria agrícola. Sí, son robustos, pero ellos también tienen gigantes y los hay que alcanzan los cuatro mil kilos, con estructura de acero que los convierte en máximos resistentes a las condiciones del terreno. La banda de rodadura es esa profundidad en las ruedas que rompe cualquier sutileza y marca más la estructura compacta y recia. Esta imagen aplastante sigue caracterizando al tractor, que por algo es semejante con la función de arrastre que realizaban los animales para tirar de los aperos agrícolas. 

El futuro del campo lleva camino de aligerarse como lo lleva el instrumento del que se sirve la agricultura para remolcar, arrastrar y accionar otras máquinas. El peso y las medidas de los neumáticos de un tractor es sabido que depende de la labor que estos realicen, sin embargo, los fabricantes modernos coinciden en que pueden crear llantas ligeras para cualquier terreno, sin disminuir su eficacia. También hablan de que en el futuro estas llantas deberán ofrecer más seguridad, equilibrio, estabilidad y tracción. Esas llantas ligeras asegurarían la resistencia de la rodadura y, como consecuencia, no consumirían tanto combustible y tendrían poco impacto en el suelo. Ya empiezan a estar en la publicidad de conservar el medio ambiente. Mientras llegan, seguimos impresionándonos con la presencia de este titán que cada vez corre más, tiene aire acondicionado, satélite y asiento calefactado.

La evolución del animal es el tractor y la alta tecnología ha traído cosas impensables como que los más modernos pueden conducir en línea recta y girar en las esquinas sin intervención humana pero también sacan el apero de la tierra o vuelven a meterlo al final del giro. El software y los sensores necesarios para esas tareas de arado autónomo han ido cambiando, y al tiempo la estampa de coloso sigue congelada en los dibujos de infancia.

Los tractores de hoy se pueden desactivar a distancia y si no que se lo digan a los rusos que robaron los de Ucrania y cuando intentaron ponerlos en marcha se encontraron que el fabricante los había desactivado remotamente. Lo que suena como un avance es una incapacidad para muchos de los propietarios de tractores que no saben repararlos cuando se estropean. La tecnología ya ha puesto fibra de carbono en la cabina, cámaras y procesadores integrados que permiten una visión artificial y de aprendizaje automático para detectar las malas hierbas en los cultivos. Los expertos opinan que el futuro de la agricultura está en tractores más pequeños que puedan encargarse de tareas que requieran mayor precisión. Las mejoras suenan a ventaja en la eficiencia y capacidad. Si los antiguos tractores apenas podían gestionar un centenar de hectáreas, hoy uno de máxima eficiencia es capaz de gestionar entre 10 mil y 20 mil hectáreas al año por sí solo. 

Menos agricultores y mejor agricultura está en entredicho y, ya saben, nada es seguro hasta que es irreversible.

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