Opinión

El imperdible

Aquella mujer era, como todas, más lista que el hambre. Era tan menuda y flaca que si a cualquiera le preguntasen por ella la describiría como esmirriada. He de confesar que sentía una admiración extraordinaria por su trabajo de investigación. Hoy no la traigo aquí por su merecido reconocimiento científico sino por un detalle minúsculo que voy a contaros.

Tantos días de reuniones, hacen que te vayas fijando en alguna minucia, una nadería, una insignificancia. Desde siempre me llamaba la atención un detalle de su bocamanga. Ella que vestía muy adecuadamente e incluso con esas prendas que los entendidos llaman de marca, mantenía un pequeño imperdible prendido al inicio de cualquier puño de su elegante vestido o falda.

Esa tontería tenía su busilis. Yo no lo descubrí hasta que pasado un tiempo y ella me lo explicó, no por confianza sino, indirectamente, en aquella conferencia que impartió en la llamada Aula Magna. Yo tomaba notas. Las letras en ese caso se espatarran, se abrevian, se subrayan o se tachan. Hablaba, aprovechando el nuevo año, sobre el tiempo. Los párrafos que siguen son suyos y la falta de rigor, si existiese, es de mi copyright:

Cada día tiene su propio barro y nosotros podemos moldearlo a conciencia. No ha amanecido de manera vulgar para que hagamos con él cualquier cosa. Conviene que cuando la luz ilumine todos los caminos como hace habitualmente, nosotros escojamos el mejor. Puede que no sea tan difícil. Decía Medea: “veo lo que es mejor para mí, pero me inclino a hacer lo que menos me conviene”. La ambición y en muchas ocasiones la debilidad nos empuja hacia el desastre.

También solemos comportarnos con la pretensión de que somos unos crack y los mejores. No solemos reflexionar sobre el hecho de que somos unos pobrecitos cuando queremos abordar cualquier acción sin contar con los “otros”. No somos siempre conscientes de que somos seres contingentes. Unas pobres muchachas y muchachos bastante despistados y que están dando una vuelta por este barrio, por pura casualidad. Cuando no estemos en el mundo, éste seguirá girando como suele hacer diariamente.

Está más que claro que sin un proyecto de vida cualquier cosa que hagas al tuntún, sin cálculo ni reflexión va a resultar un disparate. Nada que haga el ser humano sin pensárselo dos veces suele tener un resultado adecuado. Casi merece la pena, pensárselo por lo menos en ciertas ocasiones.

Aquella mujer sabia también dominaba la comunicación. El público quiere siempre un manual para aprendices y ella se lo daba: Necesitas la fortaleza; que te mantendrá en acción diariamente. Con ella superarás habladurías y desánimos que vendrán de aquí y allá. La generosidad; es imprescindible pues ya se sabe, “haz el bien y no mires a quién”. La paciencia; que evita que sucumbas bajo la ansiedad. La humildad; no conozco persona extraordinaria que no sea humilde. Y no olvides practicar la compasión que te permitirá superar cualquier problema de relación personal.

Y para terminar y acariciando su imperdible: No podemos perder el tiempo, ya que Dios no nos lo da de balde. Sólo se nos permite detenerlo un instante, ese en el que te detienes para tomar aliento, gozar de la amistad o amar a quien tienes delante.

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